La dificultad que muchos de nosotros tenemos a la hora de perdonarnos a nosotros mismos puede llegar a tener grandes consecuencias. Entre ellas está el quedarnos estancados en una situación que no nos gusta, o dificultar el cambio hacia algo mejor.
Con frecuencia nos damos cuenta de que muchas de las situaciones en nuestras vidas que no nos gustan podrían cambiar si nosotros decidiéramos hacer algo diferente, y sin embargo, no lo hacemos, porque lo primero que tendríamos que reconocer es el hecho de que hemos estado haciendo “algo mal”.
¿Por qué nos cuesta tanto reconocer “que hemos hecho algo mal”, o que puede ser que no tengamos razón?
Porque nuestro ego se nutre de tener razón, eso le hace sentir bien, grande, importante. Sin embargo este deseo, para algunos una necesidad!!, de tener razón, es una de las causas de distanciamiento y desconexión más grandes en las relaciones e interacciones de grupo, ya que cuando queremos tener razón, por defecto, estamos diciendo que el resto están equivocados, o por lo menos que su posición no es tan válida o tan buena como la nuestra.
Porque lo que sabemos nos da seguridad. Cuando admitimos que estamos equivocados, o que cabe la posibilidad de que las cosas sean de otra manera, nuestra vida cotidiana corre el peligro de desmoronarse. Es decir, nuestra realidad, que se basa en aquellas reglas que conocemos, se empieza a tambalear y nos hace sentir inseguros: “si esto no es así, si no es así como debía comportarme, entonces, ¿qué tengo que hacer?”. Elegimos la seguridad a pensar que la realidad pueda ser de otra manera.
Porque no queremos enfrentarnos al auto-castigo que nuestro propio juez nos va a imponer. Esa capacidad que tenemos para perdonar a los demás desaparece cuando tenemos que aplicarla a uno mismo. Y es que es más fácil admitir las debilidades de los demás que las de no mismo, y así usamos reglas diferentes para nosotros y los demás.
Por la exagerada y desmedida exigencia hacia uno mismo. Exigencia, que por cierto, nadie nos impone, que nos imponemos a nosotros mismos. Bien porque creemos que es lo que se espera de nosotros, o bien porque queremos conseguir la aceptación o reconocimiento de otros.
¿Qué podemos hacer para conseguir perdonarnos?
1) Accede a la fuente de compasión que tienes para los demás. Usa las mismas reglas contigo que usas para los demás. Si es necesario imagina que una de tus mejores amigas ha hecho aquello que te estás intentando perdonar y escucha que le dirías. Luego, aplícalo a ti!!
2) Probablemente tengas que cambiar algunas de las reglas por las que te mides. Cuando lo hagas, asegura a “tu juez” que las reglas han cambiado porque ya no te servían y que te haces cargo del cambio.
3) Toma la decisión consciente de cambiar. Esta decisión significa dejar algo atrás y abrir la puerta a algo nuevo. Busca claridad y ayuda en este proceso si es necesario. A veces, el desapegarnos del pasado, aunque éste nos haga sufrir, no es fácil porque nos quita parte de quien creemos que somos.
4) Recuerda que el perdón es la llave que abrirá la puerta hacia aquello que quieres, y por ello, asegúrate de que lo que quieres es importante para ti.
5) Acepta que eres humano, mirando no sólo a tus debilidades y miedos, sino también a tus fortalezas, virtudes y anhelos.
6) Recuerda que te mereces tu propio amor tanto como aquellas otras personas a las que se lo das.
Conclusión:
Somos los más exigentes con nosotros mismos y nuestros peores críticos.
El auto-castigo nos crea un sufrimiento inútil que nos mantiene atascados en la situación en la que estamos.
Se necesita una buena dosis de compasión, o amor hacia uno mismo, para reconocer que hemos hecho algo mal, que estábamos equivocados. Y éste es el primer paso para “hacer borrón y cuenta nueva”.
Reflexión:
¿Qué situación o relación en mi vida cambiaría si tuviera la fortaleza de aceptar que me estoy equivocando? ¿Qué puedo hacer diferente? ¿Qué mejorará si lo hago diferente? ¿Decido perdonarme y hacerlo diferente?
http://www.elfactorhumanoburgos.com/lo-mas-dificil-perdonarse-a-uno-mismo/