En la sociedad actual parece que RIQUEZA e IMAGEN se han convertido en los dos bienes más apreciados.
Ante todo, parece que trabajamos y ganamos dinero para comprar cosas. Una buena casa, un buen coche, buena comida, buena ropa, etc. parecen haberse convertido en nuestros únicos objetivos vitales. Cuanto más cosas tengamos, mejor.
Este fenómeno no es nuevo, pues la sociedad consumista lleva instalada mucho tiempo entre nosotros. En los últimos años, en todo caso, sí es verdad que se ha acentuado.
Más novedoso es el otro hecho. Últimamente se ha elevado a los altares de la consideración social otro bien: la imagen física. Definitivamente se ha desatado una desbocada carrera por el aspecto físico que, en muchos casos, ha traído consigo una dura lucha contra el envejecimiento, contra el natural trascurso del tiempo.
Por tanto parece que ser “rico y guapo” es lo máximo a lo que puede aspirar una persona hoy día. Son los bienes más apreciados en la sociedad actual. Todo lo demás parece no importar.
En esta tesitura, quizás convenga pararse a pensar y comprobar nuestra escala de valores. ¿Hasta qué punto esto es cierto? ¿Qué posición ocupa el dinero y la imagen en mi lista de objetivos? ¿Son efectivamente dos de los bienes más estimados por mi? …¿Son los dos más estimados?
Para este ejercicio de autocrítica, quizás pueda resultar útil una interesante clasificación de bienes que hizo Aristóteles. Fue en su obra “Magna Moralia” donde estableció que los bienes que una persona podía conseguir en la vida, eran de tres tipos:
Por un lado, los bienes “EXTERNOS”, que son aquéllos que se consiguen o nos vienen dados desde afuera. Aquí se incluirían cosas como la riqueza, el poder o la reputación.
En segundo lugar, los bienes que denominó “DEL CUERPO”, como por ejemplo la belleza, la forma física o la estatura.
Y por último, los bienes “INTERNOS”, que son aquellos que, según el estagirita, pueden residir en el alma de una persona. Son la justicia, la nobleza, la templanza, la prudencia, la valentía, etc.
Obviamente, para Aristóteles, los más importantes son los bienes internos, pues son los que proporcionan la verdadera felicidad, lo que él denominó la “felicidad completa”. No en vano, consideraba que la felicidad consiste en “obrar y vivir bien”. O lo que es lo mismo, vivir conforme a esos valores internos.
Haciendo una interpretación práctica de esta clasificación, podríamos afirmar que el dinero o la imagen no garantizan la felicidad completa. La felicidad consiste en tratar cada día de conseguir esos bienes internos, de adquirir esos valores.
Quizás ahora, sabiendo esta clasificación de bienes, puedas establecerte la tuya propia y determinar el orden de prioridades de unos sobre otros.
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