Los héroes a menudo tienen vidas extravagantes. Tal es el caso del héroe griego Aquiles, reflejado en el arte y el cine como un rudo rey guerrero, áspero en la batalla y de caráter volátil con las mujeres. No obstante, Aquiles es algo más que una insinuación bisexual, es, de hecho, el primer héroe travesti de la antigüedad clásica.
La dualidad de Aquiles queda expresada en su nombre, que literalmente significa "Pena de los pueblos" (akhos, "pena, dolor", y laos, "pueblos, naciones"). Pero Laos también podía significar cuerpo de soldados; de modo que Aquiles personifica tanto un matiz trágico en las tribus egeas, así como del dolor de la guerra.
La vida de Aquiles es tan compleja y variada que sólo nos remitiremos a aquella aludida en el título de este artículo.
Cuenta la leyenda (evitada sabiamente por Homero) que para eludir la guerra de Troya, y la consecuente muerte a la que estaba destinado, Tetis convence a su hijo, Aquiles, a refugiarse en la corte de Licomedes, rey de Esciro. Aprovechando las facciones delicadas del héroe, el rey le sugirió que para evitar ser convocado a la guerra podría disfrazarse de mujer.
Aquiles accedió, se vistió de mujer y vivió entre las hijas de Licomedes bajo el nombre de Pirra, que en griego significa "Pelirroja". Según Estacio, este acto de travestismo no evitó que el héroe violara prolijamente a Deidamia, madre de Neptólemo, su único hijo conocido. Lejos de allí, Odiseo (Ulises) supo por boca del profeta Calcas que los aqueos fracasarían en la guerra de Troya sin el brazo implacable de Aquiles, de modo que marchó a Esciro y se presentó en la corte de Licomedes disfrazado de vendedor de joyas. Aquiles, por su parte, estaba tan metido en su rol de mujer que resultaba imposible reconocerlo. Pero Odiseo, hombre astuto y de infinitas estratagemas, se anunció ante las cortesanas y les enseño sus joyas. Las mujeres, naturalmente, se abalanzaron sobre las piedras preciosas, salvo una, que no se sentía atraída en lo más mínimo por los artificios geológicos del rey de Ítaca. Esa mujer era Aquiles.
Versiones más teatrales afirman que Odiseo no llevó joyas, sino un cuerno de guerra, que hizo sonar en los amplios salones de Licomedes. Las mujeres, presas del pánico, salieron despavoridas ante lo que presumían una invasión al castillo, pero una de ellas, la más sensual y alta de todas, le arrebató la lanza a un guardia y se dispuso a defender el fuerte con los ojos anegados por una ira inhumana.
El pobre Aquiles ha sufrido acusaciones de todo tipo a lo largo de la historia. Platón lo señala como un pederasta amante de su primo Patroclo, y Esquilo como raptor y amante de Briseida, nada menos que una prima hermana de Hector, príncipe de Ilión. Esquines, por su parte, lo acusa de haber asesinado al pobre Troilo por haberse negado a ofrecerle sus servicios como mancebo. Ya en el inframundo, Homero nos relata un nuevo encuentro entre Aquiles y Odiseo, donde el primero asegura que es mejor ser la doncella más fea de Grecia que un rey entre los muertos.
Pero el destino mitológico le reservó a Aquiles una última alegría, casarse con Medea y vivir para siempre en los Campos Elíseos, donde su línea genética llegaría hasta Olimpia de Epiro, madre de Alejandro Magno, hombre que reivindicaría en las vastas planicies de Asia el pasado bisexual de su ancestro, así como su furia implacable en la batalla, producto, quizás, del desapego típico de los héroes por las formas convencionales del amor.
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