Quetzalcoátl, “la serpiente emplumada”, es uno de los dioses más antiguos de la mitología mesoamericana. Aparece en el panteón de la cultura Chichimeca y era adorado también por los Toltecas. Entre los Mayas se lo conocía como Kukulcán. Pero fueron los Mexicas o Aztecas quienes lo convirtieron en uno de sus dioses centrales, junto a su gemelo y antagonista Tezcatlipoca. Al día de hoy, no hay acuerdo entre los historiadores acerca de cuál de los 2 tenía más peso en la religión mexica.
Tal vez, porque los Mexicas creían profundamente en la naturaleza dual del Universo, que contenía en su interior a la vez todas las posibilidades de creación y destrucción. Por eso, Quetzalcoátl es fecundidad y creación, “aquel por el cual vivimos”, según los Mexicas. Y Tezcatlipoca, su gemelo, cuyo nombre significa “espejo de humo”. Tezcatlipoca es el reverso exacto de su hermano. Ambos dioses son completamente opuestos, pero según los antiguos códices mexicas, comparten exactamente los mismos atributos y cualidades.
Tezcatlipoca es el señor de las batallas, amo de la vida y la muerte. Pero también es amparo y guía del hombre, y fuente de todo poder y felicidad. Era ante él que los espíritus de los muertos debían presentarse, con un yugo al cuello y envueltos en una piel de ocelote. Tezcatlipoca decidía entonces que pruebas debían enfrentar para demostrar que eran dignos de ingresar a la morada de Mictlan, el reino de los muertos.
Cuenta la leyenda que Quetzalcoátl y Tezcatlipoca crearon el mundo sobre el cuerpo de Cipactli, un monstruo mítico. Y que Tezcatlipoca sacrificó para eso su pie, ofreciéndolo como señuelo para atraer a la bestia. Y así la capturaron, haciéndola salir del vasto océano que era todo lo que había por entonces en el Universo.
Para los Toltecas, fue Quetzalcoátl quien creó el mundo. Y su hermano, descendiendo hacia la tierra por una tela de araña, quien destruyó toda su obra. Su acción, sin embargo, no tuvo efectos devastadores sino de transformación.
Quetzalcoátl era representado a veces como un hombre de larga barba y piel blanquísima. Por eso, los Mexicas creyeron al conquistador Hernán Cortés una encarnación de su dios creador.
Cuando comprendieron su error, ya era tarde.
http://lanzadeldestino.com/page/2/