La Divinidad es infinita y eterna. Con infinita no sólo me refiero a que es una cosa de proporciones colosales, sino que es cualitativamente infinita también. Usualmente los seres humanos utlizamos términos aunque no sabemos su verdadero significado. En el caso de la infinidad, la gente se limitaría a usar simples términos: sin fin, que no tiene fin. Pero poseer el concepto no significa conocer realmente de que se trata lo que estamos hablando. La infinidad es más que no tener fin, es no poseer límite alguno, es ser Todo y aún más que ese "todo" que conocemos.
En el caso de la Divinidad, significa que es todo lo que conocemos, todo lo que sentimos, todo lo que pensamos,todo lo que imaginamos, y aún más allá de lo que podemos experimentar. De ahí el hecho de que varias culturas hayan manifestado en sus religiones varias deidades, que no eran más que la misma Divinidad en facetas diferentes. Aunque hubo varias que prefirieron mantener una sola deidad Infinita y Eterna.
Los seres humanos hemos sido quienes, por medio de nuestro intelecto, hemos atribuido formas a nuestras divinidades, por medio de nuestra percepción hemos cambiado de tiempo en tiempo la manera en que nuestro Dios, Diosa o Dioses se manifiestan y también sus maneras de comportarse y ser. La Divinidad se ha representado muy humana, porque somos los humanos los que le atribuimos la forma que nos parece, y por supuesto que Dios es el mismo hoy y siempre, pero los humanos cambiamos con el tiempo, y de igual forma, la manera en como lo percibimos, es por eso que ha cambiado, no Él-Ella, sino nuestra manera de concebirlo.
Una de las caras de Dios es la del tirano. Querámoslo o no, es una cara común en muchas religiones y creencias, y ayudó en un principio a nuestros antepasados, y aún a muchos para sobrevivir y hacer llevadera su existencia. En esta faceta, las divinidades son muy pesadas, e incluso crueles. Pueden cumplir sus caprichos mandando grandes plagas, inundaciones, sequías; exigiendo fuerza y resistencia de las personas, los que no pueden, se quedan en el camino, sólo los elegidos serán los que sobrevivan.
Ejemplo de ello tenemos a varios de los Olímpicos (destacando Poseidón y Zeus), cuando disgustados con Odiseo (Ulises), hacen de su viaje de regreso a Ítaca un verdadero martirio. Prueba tras prueba, monstruo tras monstruo, Odiseo demostró ser más fuerte y astuto. Varios de sus hombres perecieron en la cruel travesía, pero finalmente, después de 10 años de viaje, regresó a su amada patria como el héroe que era.
Otro ejemplo es YHVH (Yahvéh o Jéhovah) cuando después de liberar al pueblo hebreo en tierras egipcias, los hace pasar por cuarenta años de viaje por los desiertos, con los elementos como adversarios, trás los cuales, llegaron por fín a "la tierra prometida". De igual manera que los aztecas, quienes viajaron desde las tierras áridas de Aztlán hasta el verde valle de lo que sería Tenochtitlán, fueron impulsados por el cruel Huitzilopochtli y su madre Coatlicue.
Otra cara de la Divinidad es la del guerrero, una faceta también controvertida en la actualidad, ya que usualmente pensamos en Dios como el pacificador, pero así como puede ser paz, también puede ser guerra, sin embargo, usualmente los humanos pensamos en guerras entre países, entre personas, no contra cuestiones negativas de nuestro interior, estados dañinos que nos afectan y perjudican a terceros.
Ejemplos de ello tenemos a la Gran Jihad (Guerra Santa) musulmana, que es la guerra espiritual que llevamos a cabo para eliminar al gran enemigo que tenemos dentro de nosotros con la ayuda de Aláh, que es el guerrero más bravo que existe.
En los relatos hindúes, se habla de que el demonio Mahishá usurpó el Swargaloka, los planetas celestiales. Ningún dios podía vencer al demonio, pues Brahmán le había concedido el don de que jamás sería derrotado por ningún hombre o dios. Los dioses acudieron a los Tres que son Uno: Brahma, Vishnú y Shiva, por consejo. Entonces los dioses unieron su energía que se convirtió en Shakti (Energía espiritual de potencia femenina), que tomando la forma de Mahadevi (La Gran Diosa) en su faceta de Durgá, diosa de la guerra, encaró al demonio y lo venció. La promesa decía que ningún dios podría derrotarlo, pero nunca se habló de una diosa.
De esta manera, podemos observar como la Divinidad, con su cara de guerrero (ó guerrera) ayuda a la humanidad. Infunde coraje, fuerza; pero no siempre contra el otro, sino para librar la batalla más grande de todas con nuestro peor enemigo, nosotros mismos. "La guerra no hace grande a nadie" dice Yoda a Luke en el Episodio V de Star Wars, cuando el muchacho afirma buscar a "un gran guerrero". La única guerra que vale la pena luchar es interna y contra nosotros mismos.
El Dios y la Diosa tienen más caras, como he mencionado, infinitas éstas son. La faceta del Sabio es otra muy recurrente. Es ver a las deidades como maestros, sabios que enseñan y comparten su conocimiento con nosotros, y que por medio de su sabiduría ayudan y componen las cosas, o en su caso, nos enseñan a usar la nuestra para componerlas.
En el principio, los egipcios relatan que Geb (dios de la tierra) y Nut (diosa del cielo) fueron separados por Shu (el aire) por orden de Ra, quién ordenó que jamás se unirían en los 360 días que tenía el año. Estaban muy acongojados, pues como esposos deseaban tener descendencia. Entonces Dyehuty (Thot) el dios de la sabiduría ,tuvo la idea de crear cinco días más para el año, robándole luz a la luna y permitiendo a la pareja concebir sin violar el mandato de Ra. Entonces nacieron Osiris, Seth, Isis y Neftis.
Quetzalcóatl se encarnó en hombre y gobernó la ciudad de Tollán con gran sabiduría, enseñando las ciencias y las artes al pueblo tolteca. Cuando fue desterrado por Tezcatlipoca, siguó enseñando, viajando como un sabio penitente hasta tierras mayas, para finalmente regresar a Cholula como consejero del rey.
Hanuman, el dios mono, fue a retar al demonio Ravana. Éste último deseaba tener superioridad sobre el dios, por lo que hacía colocar bajo su trono bloques para estar a mayor altura que él. Sin embargo, Hanuman en vez de enojarse, simplemente se limitó a aumentar su estatura sentándose sobre su cola, que crecía más y más, conforme el trono de Ravana se elevaba con los bloques. El demonio perdió y Hanuman le dió una lección: "Dios es siempre más grande".
Otra cara de la Divinidad es la del destructor. Usualmente, tendemos a pensar a Dios, por lo menos en occidente, como creador y conservador del universo. Sin embargo esta cara destructora es una faceta básica. La destrucción no es necesariamente una acción negativa, puede ser algo positivo dependiendo su enfoque, y es siempre, parte del ciclo eterno.
Ahí tenemos a Yahvéh, quién molesto por las atrocidades del pueblo de Sodoma y Gomorra, destruye la ciudad. El mismo que iracundo, casi destruye por completo al mundo con un diluvio de 40 días de duración. Kronos (el tiempo humano) devoraba a todos sus hijos, temeroso de que alguno lo destronara. Rea escondió a su hijo Zeus, quién al crecer enfrentó y venció a Kronos, liberando a sus hermanos del vientre de su padre y lo desterró al Tártaro.
También observamos a Seth, quién asesina a su hermano Osiris, primero encerrándolo en un sarcófago que tiró a las aguas, posteriormente, partiéndolo en pedazos y esparciéndolos a lo largo de Egipto; todo sirvió para que Osiris se convirtiera en el señor del Más Allá, del mundo espiritual. Están Shiva y Kali, quienes son los responsables de destruir al universo al terminar el ciclo, bailando en frenética danza con la música final , destruyen todo lo que fue parte de la creación, para que en el futuro, todo sea creado y transformado en algo nuevo.
La cara del padre es la faceta más conocida de la Divinidad, por lo menos en occidente. Prudente, sabio, castigador del mal y compensador del bien. En muchas culturas siempre ha existido la figura del Deus Pater, el padre de los dioses y de toda la existencia.
Tenemos a Zeus, el padre de los dioses, por lo menos de la mayor parte de los Olímpicos, quién asiste a sus hijos para ayudarles en sus hazañas, sacándolos de aprietos y abogando por ellos. Castigando las acciones perversas o erróneas. Es Poseidón molesto por la muerte de su hijo Polifemo, que iracundo trata de destruir a Odiseo.Es Zurvan, padre de Ahura Mazda y Angra Manyu, quien conoce a sus dos hijos, sus acciones y caracteres, y quien decide heredar el reino a Ahura Mazda, el hijo bondadoso, dejando a Angra Manyu, el señor de la maldad, sin nada. El padre Yahvéh en su reunión con todos sus hijos celestiales, incluyendo a aquél, que a pesar de hacer el mal y llevar siempre la contra, es bien recibido por su padre.
La madre de los dioses y los hombres es otra de las miles de caras. Compasiva, bondadosa, acogedora y cálida. Es una figura necesaria, primaria en el sentido freudiano. Observamos esta manifestación en Parvati, la esposa de Shiva, que molesta y entristecida por su hijo Ganesha, que había sido decapitado por su padre en una riña, exige a su padre que remiende el mal hecho. Shiva colocó una cabeza de elefante blanco en Ganesha, quién regresó a la vida. Su madre se alegró de nuevo.
Tonantzin, la Gran Diosa Madre de mesoamérica era la deidad más compasiva de todos. Atendía los nuevos nacimientos, los casamientos y las enfermedades de sus hijos mortales. Y cuando los invasores españoles llegaron a México, se dice que la veían llorando, flotando sobre las aguas del valle, por sus hijos próximos a morir.
Rhiannon, la diosa celta, tuvo un hijo que misteriosamente desapareció, estando al cuidado de algunas damas de compañía. Ellas para no meterse en problemas tomaron los huesos de un perro y culparon a la diosa de la muerte de su hijo, por lo que Rhiannon fue castigada llevando a sus espaldas a todos los viajeros del reino. Sufriendo por el castigo y la pérdida de su hijo Pryderi. Años después, unos campesinos reconocieron en su hijo adoptivo, Pryderi, al hijo pérdido de la diosa y se lo regresaron, la diosa se llenó de felicidad y juró jamás desvíar la atención de ningún hijo suyo.
Una cara, que generalmente resulta muy problemática, es la de ver en nuestro Dios o Diosa la figura del amante, aquél que se compenetra con nosotros y nos entrega todo de sí. Han sido pocas figuras humanas las que han podido ver en el rostro de la Divinidad al amante. Un ejemplo de ello, es la mística Santa Teresa de Ávila, quién después de varias experiencias reconoció en Dios a su esposo y amante, un ser que la envolvería en sus brazos con amor y la llenaría de felicidad con sus besos.
Zeus usualmente manifestaba esta posición de amante, enamoradizo bajaba con las mortales y hacían el amor. Vishnú en su encarnación como Krishna, bailaba y hacía el amor con todas las mujeres de su comarca, y a todas las amaba, y ellas lo amaban de igual manera. Mixcoatl, el dios guerrero se enamoró de la vírgen guerrera Chimalma, lucharon, pero ambos habían caído presas del amor y tuvieron un hijo que era sólo eso: Quetzalcóatl.
Eros, el mismísimo dios del amor, se enamoró de la joven Psiquis, después que su madre Afrodita lo mandará a dispararle una flecha para que se enamorara de un asno. Pero el violó lo que su madre le mandó, y la llevó a su palacio en el cielo, tornándose invisible para que ella se enamorara de él por sí mismo y no por saber que era un dios. Pero una noche, ella decide verlo con una lámpara, cuyo aceite cayó en el brazo de Eros hiréndolo. Él se entristece y la deja. Entonces Psiquis por orden de Afrodita y para recuperar a su amado, viaja al inframundo para obtener una caja de Belleza. Tras enormes peligros, regresa y recupera a su amado.
Esta situación de tener varias (o varios) consortes no reflejan en manera alguna actos de adulterío o lujuria, sino del amor de la Divinidad, que es algo universal, no propio de una sola persona, sino de todos. Es ver a nuestra Deidad como el Amor mismo que no reconoce sexo, raza o edad.
La última cara que presentaré, pero no la última que tiene la Divinidad, es la del redentor sacrificado, cuando Dios muere por su creación, cuando es su sufrimiento y su bondad lo que nos ha dado vida y otra oportunidad para vivirla. Atum, monarca y padre de los dioses creó la humanidad a partir de una lágrima suya, fruto del sacrificio y el sufrimiento aguantado por amor.
Después de los Cuatro Soles, los dioses mesoamericanos no deseaban dar otra oportunidad a los humanos ni al mundo, sólo Quetzalcóatl, que amaba profundamente a la humanidad se ofreció como sacrificio en la hoguera, para dar nacimiento al Quinto Sol. Después se dió a la tarea de crear nuevos hombres, por lo cuál bajo al inframundo y robó unos huesos al dios Mictlantecuhtli, señor de la muerte. Pero Mictlantecuhtli mandó poner una trampa, misma en la que cayó Quetzalcóatl y los huesos cayeron a la tierra yerma. El bondadoso dios lloró sobre los huesos y derramo su sangre, y entonces éstos germinaron y dieron nacimiento a la nueva humanidad, producto del sacrificio de las lágrimas y sangre divinas.
La Divinidad tiene una infinidad de rostros, algunos agradables, otros no tanto. Muchos de ellos nos mostrarán bondad y compasión, y serán nuestro cobijo en tiempos díficiles. Otras caras nos exhortarán a luchar y a ser fuertes ante la adversidad. En ocasiones nos incitarán a pelear y en otras a ser guardianes de la paz. Pero siempre será para el Bien Supremo, Dios como padre y como madre siempre están presentes.
Y en la mayor parte de las ocasiones, la Divinidad muestra su cara en rostros conocidos: familiares, amigos, vecinos, compañeros, maestros. Incluso en el rostro del desconocido, del mendigo, del ladrón, ahí se encuentra. Atenea disfrazada de anciana, esperando la ayuda de un joven Jasón para cruzar el río. Yahvéh en el cuerpo de unos viajeros visitando a Abraham, o luchando contra Jacob. Quién sabe, tal vez hemos visto a Dios numerosas veces sin percatarnos de ello, es por eso que el célebre nazareno dijo una vez: "Lo que hagan a mis hermanos será lo que me hagan a mí"; porque la esencia Divina reside en cada uno de nosotros, somos parte de la infinidad, y por ende, somos retrato de algunas de las Caras de la Divinidad.