En esos días confusos, en que no se si soy el sueño o el ser que los está soñando. En esos días en que las preocupaciones me abruman. En esos días en que las decisiones me presionan. Y ando por la vida con el mismo cuidado que tiene el explorador dentro de la selva. Cuando tengo dentro de mi ese miedo inconfundible a tomar el tren equivocado. Y queriendo ir hacia un sitio, sin saber como aparecer en otro lado. En esos días, en que mi corazón camina bordeando los barrancos entre neblinas. En esos días, tus ojos me iluminan.
Tal vez no sepas como, ni sepas cuando, o no sepas donde. Pero yo me miro en el fondo de tus ojos, y veo todo claro. Las nubes se disipan. Las sombras se diluyen. Las preocupaciones se vuelven miguitas caídas de un pan que ha pasado. Y tu sonrisa se vuelve mi piedra fundacional. El brillo de tus ojos es mi santo grial. El que convierte al sapo en príncipe. Y al hombre en felicidad.
Quiero yacer bajo el poder de tu mirada transparente. En la intimidad de mirarnos frente a frente. De ser, a salvo del mundo. Ser para ti. Ser para recibir de ti. xxxxxx profundo y a veces inefable. Donde no cuenta el paisaje mundano. Y cada minuto se vuelve eterno y amable.
En este verbo de estar, tan finitos y pequeños, somos dueños de nuestras miradas. Y estando nuestros ojos limpios y enfrentados, a veces sobra el hablar. Porque todo se hace concreto en el eterno instante secreto, de un mirar. Como si el alma abriera una ventana, para dejarse espiar.
Y aunque tu no lo sepas. Me convierto en silencio abrazando esa felicidad. Te envuelvo con mis brazos. Y soy la paz.