Probemos a hablar con palabras en desuso.
Como por ejemplo, “amor”.
O probemos a decir frases imposibles.
Como por ejemplo: “te quiero”.
O probemos a hablar de un modo distinto.
Como por ejemplo, mirando a los ojos.
Acercándonos sin invadir,
tomando las otras manos…
Arrimémonos lo suficiente como para notar
cercanías o perfumes,
la esencia que cada uno desprende,
los asustados miedos,
las ganas y los deseos,
o las necesidades…
Probemos a abrazar.
Mejor si no es sólo simbólicamente.
Probemos a acoger en el otro, con todo el cariño,
el niño o la niña asustado o asustada
que toooooooooodos llevamos dentro.
A descargarle, aunque sea un momento,
de la pesada carga de la vida
cuando la vida implica una pesada carga.
Que es casi siempre.
Probemos a entrar en los otros
a través del túnel luminoso de sus ojos,
con la tranquilidad, y la ilusión, y la confianza,
de que al fondo encontraremos la persona.
Probemos a ser felices a pesar de las circunstancias,
y a no dejarnos vencer sin presentar lucha.
Somos eternos en nuestra limitada eternidad.
Somos grandes y un poco poderosos,
y podemos hacer pequeños milagros cotidianos:
comer el pan, cocinar, dar un paseo,
imaginar, sonreír, tocar, leer,
gozar de un llanto, emocionarnos…
Todo lo pequeño es tan grande…
Probemos a comenzar de nuevo.
Cerrar los párpados fuertemente.
Morir.
Aún con los párpados cerrados,
y muertos,
teneos que encontrar un discurso con promesa final
en el que reunir por primera vez
los propósitos desperdigados que bullen en la cabeza.
Así nacerán nuestra Religión, nuestra Ley,
nuestra Filosofía de Vida,
y los Cimientos bien cimentados de nuestro futuro.
Ya sólo queda abrir los ojos.
Renacer.
Reinaugurarnos.
Aceptar nuestro nuevo poder
y empezar a cumplir los propósitos.
Reaparecerán enemigos y circunstancias
de todos los pasados.
No importa.
Es la nueva actitud quien sabrá vencer.
Probemos a probar cosas nuevas
si es que ya no queremos hacer lo de siempre.
Si estamos hartos de hacer lo de siempre
Y otra cosa:
¿Soy Dios?
Sí, soy Dios.
En pequeño, claro.
¿Soy la conciencia que sabe que es Dios?
porque si es así, podría crear un nuevo modo,
un nuevo corazón,
una nueva vida.
¿Acepto, por fin, la responsabilidad
de saber que soy Dios y lo que ello implica?
Crear.
Crear todo lo nuevo en el punto cero
de las ruinas de todo lo viejo.
Preguntarnos.
¿Nimiedad o importancia son la misma cosa?
¿Engrandezco excesivamente las naderías?
¿Lo importante deja de ser importante al ser frecuente?
¿Me deshago, me maldigo, me enojo, me acuso,
me atormento o me apuñalo por haberme equivocado?
¿Soy un Dios injusto conmigo?
¿Un juez intransigente?
¿Mi más experimentado enemigo?
Probemos a cerrar otra vez los párpados.
¿Qué ha cambiado?
Probemos a ver una nube durante media hora.
(atención: no pone “mirar”, pone “ver”)
Acerquémonos al mar y contemos mil olas.
Observemos una flor hasta notar un cambio.
Pensemos con intensidad en un ser querido.
Y en otro menos querido
Y quitémosle a este el veneno.
Probemos a no ser “yo” y entonces ser “nadie”.
Probemos a decir “te quiero”, a todos,
con menos miedo y más sentimiento.
Dejémonos caer rendidos sin condiciones
en los brazos cuidadosos de un ser querido.
Seamos niños o niñas débiles ansiosos de amor,
seamos poca cosa-frágiles-rendidos-vencidos
para renacer nuevos.
Vivamos las experiencias que no hemos vivido.
Probemos a aplicar intensidad a la rutina,
a cambiar el color de lo que vemos,
a llamar a las cosas con otro nombre,
a poner un marco de oro a lo cotidiano.
Probemos a ampliar el catálogo de abrazos,
a amar sin miedo a que el amor se termine,
a perder el tiempo a conciencia
para ganar tiempo de consciencia.
Probemos a escuchar a las personas,
a sentir un interés auténtico,
a ser generosos en el cuidado de los demás,
a ser totales en la entrega.
Probemos a volar sin red,
a fugarnos de la cárcel de los miedos,
vestirnos el disfraz de Superman o Superwoman,
descubrir los poderes secretos,
bailar mientras escuchamos la radio,
dirigir una orquesta imaginaria,
ganar un concurso de belleza en casa.
Probemos a mojar la morcilla en el café con leche,
a esperar al sol hasta que se despierte,
a conseguir el mérito de que nos llamen loco, sin serlo,
o bueno, siéndolo.
Probemos a convertir la vida en milagro
a cada segundo.
Probemos a conjugar el verbo amar,
usarlo, usarlo, usarlo,
conocer todos sus recovecos,
voltearlo, abajo, arriba, de uno a otro lado,
empaparse de amor como de agua en la ducha,
amar en re mayor,
amar en noche de luna,
amar de marzo a marzo.
Probemos los besos con sabor a ternura,
la delicia de los sueños que se cumplen.
Probemos a escuchar hasta que un cuadro nos hable,
a citarnos con un amigo de la infancia,
el placer de llorar sin un motivo trágico,
llorar por llorar,
añorar la infancia y llorar,
imaginar la caricia de un niño y llorar,
escuchar una música y llorar de asombro y de placer,
pensar en cuánto queremos a una persona y llorar.
Probemos a probar.
Probemos.
Francisco de Sales