La relación de pareja es la instancia que mas pone a prueba el amor a sí mismo. Una relación de pareja parece estar diseñada justamente para eso, para encontramos frente a frente con lo que significa amarse a sí mismo y amar al prójimo en la persona de la pareja, dejando al descubierto todas las falencias que tengamos hasta ese momento.
Para que una relación pueda sostenerse en armonía y plenitud, es necesario que el amor que la une sea lo más cercano al amor incondicional posible. No es de extrañar que tantas parejas tengan inconvenientes para llevar una vida juntos en plenitud y colmados de amor, ya que justamente, amar en forma incondicional es una de las cosas que más cuesta lograr. La relación de pareja nos brinda la maravillosa posibilidad de practicar esta apertura y como premio a este acercamiento, nos otorga un bienestar que cuesta describir con palabras.
Nunca vas a amar incondicionalmente antes de amarte a ti mismo. ¿Cómo podrías aceptar a tu pareja tal cual es, si antes no has practicado contigo? Ya sabemos que el amor incondicional es capaz de aceptarlo todo, comprenderlo todo y está siempre dispuesto a colaborar. Cuando no te amas lo suficiente, te exiges, te presionas, te obligas, te implantas tus propias reglas y hasta tus propios castigos. De esa manera no te encuentras capacitado para comprender a nadie. Si te cuestionas a ti mismo por algunas actitudes o acciones, ¿cómo podrías evitar hacerlo con tu pareja?
Cuando te ves invadido por la molestia con tu pareja, entonces, inventas una técnica que parece muy buena para solucionar las cosas. Decides aguantar, soportar y callar cuando sientes que algo no funciona como quieres. Crees que al hacer esto estas alineando tus buenas intenciones y que estas siendo una buena persona. Crees que al aguantar podrás engañarte a ti mismo, engañar a tu pareja, engañar a los que te rodean y engañar al universo fingiendo que eres una persona muy bien equilibrada.
Pero las energías no se pueden engañar, cualquier acumulación de reproches saldrá a la luz en cualquier momento y seguramente será en el momento, el lugar y la forma menos adecuada. Toda acumulación de energía atorada tarde o temprano tiene que salir y si no la dejas fluir suavemente, esta acción te asegura una explosión en tiempos venideros. Si eres experto en hacer esto y al fin de cuentas logras fingir sin explotar, corres el riesgo de enfermar y luego olvidar de qué se trata todo el asunto.
Demasiadas veces hacemos trucos para aparentar que estamos amando incondicionalmente, pero la verdad es que eso jamás funcionará a la perfección. Como esta actividad es falsa, no se podrá sostener en el tiempo y además de traer posibles consecuencias a la salud, alargamos la finalidad de toda la situación, que es acercarnos cada vez más al amor incondicional dejando de fingir que lo sentimos.
Cuando te encuentres frente a una situación de este tipo, en que casi enloqueces de enojo, rabia, impotencia o desilusión a causa de tu pareja, ten presente que no es exactamente tu pareja quien está cometiendo un error. En realidad, eres tú quien está juzgando ese error y está colocándole un nombre especial que trate de describir al máximo posible su pecado. Si describes a la perfección su pecado, es porque ese pecado te es familiar y entonces llegas a la verdadera razón de tu molestia, ese pecado no te lo puedes perdonar y luego no se lo puedes perdonar a nadie.
Es verdad que tu pareja puede estar desalineado a su bien y que se encuentre pensando, sintiendo y actuando contra su propio bien, generando dolor a su alrededor. Pero también es verdad que tú no puedes hacer el juicio, no puedes ser el juez, no puedes declarar la condena, porque esa condena explica que tú mismo te has estado condenando injustamente por esa misma razón. Por ejemplo si tú sientes que no puedes soportar que tu pareja no tenga éxito económico, sabrás de antemano que tu propio fracaso económico seria una verdadera condena a ti mismo. Seguramente te dirías que eres un fracasado o que no sirves para nada, tal cual puedes llegar a pensar de tu pareja en esa situación.
Cuando te amas, no te juzgas, ni te condenas. Cuando te amas verdaderamente buscas la solución, la manera de ayudarte, buscas la forma de levantarte, jamás te tiras hacia abajo, solo tienes palabras de aliento para ti y en toda circunstancia. Cuando te amas sabes que aunque las cosas no te han resultado bien, eres un ser de luz maravilloso que puede volver a intentar llegar a su bienestar una y mil veces. Cuando te amas sabes que siempre tendrás una nueva oportunidad, que te la mereces, que todo está conspirando en tu ayuda y que solo el bien te espera más adelante.
Cuando te amas así, sabrás qué pensar, qué sentir y qué hacer frente una situación complicada con tu pareja, antes de que tú lo hayas practicado en ti mismo, eso te será absolutamente negado para darlo.
Patricia González.