No debemos olvidar, que vivimos esta vida, la actual y presente; y las relaciones, pensamientos o acciones que hagamos deben ser desde la perspectiva del hoy. No importa quiénes fuimos o qué hicimos, estamos aquí para aprender, para resolver cuestiones o para descansar; en definitiva, para trabajar en la evolución de nuestra alma.
Es importante saber qué queremos hacer con la información que tenemos. No es lo mismo saber, por ejemplo, que mi padre era mi mejor amigo o mi enemigo en otra vida, o el que ahora es mi hijo, antes fue mi amante o asesino. Las relaciones que tenemos ahora ya sean positivas o complicadas, sólo podemos resolverlas desde la actualidad. Podemos llegar a comprender a través de nuevos datos, el porqué de ciertas actitudes, pero debemos seguir construyendo la vida desde la vida presente.
En cuanto a los niños, cómo hablarles de vidas pasadas y su conexión con la nuestra, creo que puede ser algo complicado. Los niños hasta los siete años aproximadamente tienen abiertos sus canales intuitivos y pueden ser conscientes de que están aquí de paso, tener recuerdos de otras vidas; o, por el contrario, no querer o no recordar nada en absoluto.
Es posible que hayamos podido escuchar a algunos niños decir cuando era mayor cuidaba de ti, vivía en aquella casa o en tal lugar; hemos visto que actuan ante determinadas circunstancias en teoría desconocidas, como si supieran qué tienen que hacer sin que nadie les haya enseñado a hacerlo. Los recuerdos de otras vidas, están ahí, relativamente al alcance de la mano. Cuándo es el propio niño el que habla del tema, podemos escucharle con atención, investigar lo que cuenta o decidir no hacer nada. Dependerá de los adultos saber que determinación tomar ante ello y cómo vivirlo.
Cuando somos nosotros los que tenemos la información y queremos compartirla con el niño, la situación se vuelve muy delicada. El decirle a un niño, por ejemplo, me he enterado que antes eras mi hermano y nos queríamos mucho, no creo que tenga efectos negativos, salvo que el niño no logre comprender con totalidad a lo que se están refiriendo.
En cambio, por ejemplo, si le digo a un niño, mira en otra vida, me hiciste la vida imposible y éramos enemigos, me parece que está demás. Aquí preguntaría a los familiares, qué buscan, qué intención tienen al hacer la pregunta, resolver una cuestión o hacer que el niño se sienta culpable por algo que no ha hecho ahora.
Si un niño tiene curiosidad o habla del tema de la reencarnación, lo lógico sea responderle en la medida que su capacidad intelectual y emocional le permita entender y comprender lo que se está diciendo; eso si, siempre desde el respeto y del amor. Pero victimizar o culpar sin motivos, sobra, tanto en adultos como sobre todo, en niños.
No debemos olvidar qué nos mueve, qué intención tenemos y qué buscamos al hablar de estos temas con otras personas. Vivimos esta vida, la actual y tenemos por delante un tiempo precioso para solucionar aquello que esté en nuestras manos y más si tenemos una información que ayude a ello. Pero hacer daño gratuitamente, está fuera de lugar.
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