"Los golpes de la adversidad son muy amargos, pero nunca son estériles." (Joseph Ernest Renan)
La amistad es indudablemente una de las relaciones más ricas y maravillosas con las que contamos a lo largo de la vida pero las oportunidades para crecer se nos presentan de la mano de aquellos más lejanos y ajenos, del “otro” que nos incomoda y/o nos altera a través de sus actos y sus palabras.
El “otro” es siempre un espejo. Necesitamos algo en que pueda reflejarse nuestro yo porque en el plano material prima el ego y la vibración en la materia es siempre más densa que en los planos más elevados.
Todo lo que necesitamos aprender aquí y ahora (sea cual fuere ese aquí y ahora) lo tenemos ya en nuestro interior pero al estar encarnados el aprendizaje es mediante la experimentación y esto requiere de mi persona como protagonista y de un testigo-espejo como maestro-guía.
Serenar la mente es el paso imprescindible para poder “ver” más allá de los fuegos de artificio que crea el ego en el reino del pensamiento que domina mientras nuestro nivel energético es bajo y lento, o dicho de otro modo, mientras no alcanzamos a darnos cuenta, a “tomar consciencia”, tomar contacto con esa consciencia trascendente que somos en esencia.
Al acallar el parloteo mental podemos apreciar de modo comprensivo la realidad y tomar de ella las herramientas que se nos regalan para conocernos a nosotros mismos y hacer los trabajos interiores que permiten nuestro desarrollo.
Cuando observamos al pensador -el ego pensante- lo dejamos en jaque. Esto no implica que silencie su voz pero al no apegarnos a esos pensamientos, pasan a un segundo plano permitiendo que nuestro Yo real, nuestra voz interior, la de nuestro Ser Superior, se escuche por encima de la voz del ego mental.
Así las emociones asociadas a cada corriente de pensamiento se reencuadran manteniéndose en armonía y se disuelven las disfunciones que de lo contrario pasarían al cuerpo físico en forma de diversas patologías.
Entonces podemos recibir como un obsequio el encuentro con lo perturbador de cada circunstancia de la vida que se nos presente, a través del prójimo y/o del entorno, para mirarnos con los ojos del alma bien abiertos y agradeciendo la oportunidad de resolver aquello que está bloqueando nuestro progreso.
Es importante cambiar la perspectiva y ver que esas personas que nos inquietan, molestan y enfadan son nuestros maestros anónimos dispuestos por la Vida que en su máxima y perfecta generosidad nos ofrece guía en cada instancia del camino.
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