La conciencia pautada en una fe inteligente libra al individuo de la opresión de la fe ciega, que sucede en virtud de la ceguera espiritual reinante en el medio religioso en general. La fe ciega, fruto de la emoción, ha obligado a sus víctimas a creer de cualquier manera, incluso sin conocer en quien se está creyendo. Pablo era un hombre profundamente celoso por su religión, por eso fue cruel, perverso e intolerante con los primeros cristianos. Pero luego, después de su experiencia personal con el Señor Jesús también pasó a creer. ¿Y de qué tipo de fe tomó posesión? De la fe racional, inteligente y sobrenatural.
Él no se sentía avergonzado, ni se intimidaba con las amenazas de los enemigos causadas por su fe, porque sabía en quién estaba creyendo: “Por lo cual asimismo padezco esto; pero no me avergüenzo, porque yo sé a
quién he creído, y estoy seguro que es poderoso para guardar mi depósito para aquel día” (2 Timoteo 1:12). Anteriormente, su odio por los cristianos se daba en relación a su fanatismo religioso, pues cultivaba la fe
en las tradiciones religiosas, no en la Palabra de Dios.
Cuando sus ojos espirituales se abrieron, también tuvo el privilegio de conocer a Aquel que los cristianos primitivos habían conocido antes que él. Desde entonces, Pablo dejó de ser perseguidor para ser perseguido.
Los que profesan la fe inteligente fueron, son y siempre serán perseguidos implacablemente por los que profesan la fe ciega, natural e irracional.
La fe y la batería
La fe, así como una batería que alimenta los aparatos electrónicos, necesita siempre ser recargada. Cuando compramos un teléfono móvil, por ejemplo, viene obligatoriamente acompañado del cargador de su batería. Esta simple comparación nos ayuda a entender que nadie en su sana conciencia ha pensado en una batería que dure para siempre. Entonces, ¿Por qué pensar que la fe es definitiva?
Ahora, Dios no nos ha revelado una fe estática. Si así fuese Él no necesitaría exhortarnos a combatir la buena lucha de la fe por medio de la perseverancia: “Mas tú, oh hombre de Dios (…) Pelea la buena batalla de la fe, echa mano de la vida eterna, a la cual asimismo fuiste llamado, habiendo hecho la buena profesión delante de muchos testigos.” (1 Timoteo 6:11-12).
La fe necesita ser ejercitada como también desarrollada. Su desarrollo sucede por medio de la meditación diaria de la Palabra. Y lo que carga la batería de nuestra fe es la Biblia. Jesús creó la iglesia justamente para cargar la batería de la fe de Sus discípulos. O sea, para estimular la fe y enseñarles cómo usarla en el combate a las dudas y a sus agentes del mal. Y para que ellos puedan enderezar a los caídos y a los débiles.
Es en la iglesia que buscamos juntos el restablecimiento de la comunión con el Espíritu Santo.
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