La felicidad no tiene que ver con lo que uno hace, tiene o experimenta, sino que se relaciona con que tan presentes estamos en cada paso, acto y palabra que expresamos.
Se es feliz y se está alegre. Tomar esto como cierto nos hace conscientes de que acceder a la felicidad en realidad no tiene que ver con lo que uno hace, tiene o experimenta, sino que se relaciona con que tan presentes estamos en cada paso, acto y palabra que expresamos.
Ser feliz es dejar que la esencia que nos sostiene se exprese. Es quitar en vez de agregar. Ser feliz es simplemente ser nosotros en cada pequeña cosa.
Solemos entender que ser feliz es sinónimo de estar en un estado de completa dicha, con una sonrisa permanente, en un estado ideal donde no hay dificultades. Me gusta pensar que ese estado existe (de hecho creo que existe), sin embargo siento que es difícil alcanzarlo mientras nos movemos a través de la experiencia terrena, ya que la propia naturaleza del viaje humano viene con todo un conjunto de situaciones y experiencias que nos hacen evolucionar y crecer, y esas experiencias muchas veces vienen asociadas a momentos difíciles y una cuota de dolor.
Desde esta perspectiva ¿que es la felicidad? ¿Como se expresa la felicidad mientras recorremos la vía terrena? Como ya se mencionó, ser feliz es dejar que la esencia se exprese, en la práctica significa hacerse consciente de la verdadera naturaleza de las cosas: hay una esencia divina que todo lo sostiene. Cuando nos hacemos conscientes de esa trama cósmica la perspectiva cambia. Por fuera el mundo puede seguir avanzando hacia una catástrofe global, pero la mirada ha cambiado. Al elevar la mirada, puedo seguir experimentando situaciones dolorosas, pero se está en un mejor escenario para enfrentarlas, se abordan desde la perspectiva de la esencia.
De la mano de todo esto está “sacralizar la cotideaneidad”, es decir ver lo sagrado en cada pequeño acto. Si abrimos la mirada y disfrutamos cada pequeña cosa que pasa en nuestras vidas, ya estamos un poco más cerca de vivir desde la esencia. El simple hecho de lavarte la cara en la mañana encierra una cadena de eventos que, a los ojos del observador consciente, son magia pura.
Esa es la invitación, que cada pequeño acto de cada día sea abordado desde lo que realmente eres. Si no podemos ser felices con lo que tenemos o estamos experimentado ahora, tampoco podremos ser felices cuando, aquello que creemos que nos hará felices, llegue.
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