Abarca unos 100 m2 y tiene capacidad para 25-50 personas. Las paredes, suelo y techo, de hormigón armado, tienen 60 cm de espesor. Y su autonomía –tiempo límite en el que se podría vivir– oscila entre 1 y 5 años, gracias a un sistema de refrigeración que permite fabricar agua y a los grupos electrógenos que proporcionarían la energía suficiente para vivir con comodidad. ¿Su precio? Unos 130.000 euros, incluyendo elementos como máscaras antigás y contadores Geiger. Éste sería un modelo de refugio subterráneo ante catástrofes atómicas y/o naturales. “En España existen alrededor de 700”, explica Antonio Alcahud, ingeniero nuclear y presidente de ABQ, empresa constructora de buena parte de ellos. “Ahora bien, ¿cuántos son para el 21 de diciembre de 2012?”, se pregunta. Nadie lo sabe. Lo cierto es que, según Alcahud, la demanda española para estas construcciones aumentó entre un 20% y un 30% en los dos últimos años. Y en ABQ aseguran haber construido en torno a 15 refugios pensados para un hipotético fin del mundo en zonas de Madrid, Barcelona, Huesca y en algunas partes de Andalucía.
El “presunto” fin del calendario maya ha quitado el sueño a más de uno, aunque la NASA parece tener claro que nada va a pasar. De hecho, ayer publicó un vídeo explicando que la profecía apocalíptica se basa en un «error de interpretación». Según un estudio realizado por la consultora Ipsos, uno de cada diez españoles –14% a nivel mundial– piensa que el mundo se acabará el día 21. Mientras, las redes sociales de la NASA echan humo: hasta 5.000 personas han preguntado a la agencia por sus dudas acerca de satélites, planetas fuera de órbita, agujeros negros y tormentas solares que se ciernen sobre nosotros.
Forma de distracción
“Es una forma de distraernos con un mensaje conflictivo para no afrontar los cambios”, explica Antonio López, sociólogo y catedrático de Trabajo Social de la UNED. “En un mundo pesimista como el occidental, muchas comunidades ven su futuro aciago. Y en momentos de crisis se proyecta un final para no afrontar los retos de la vida ordinaria”, añade. No en vano, el género catastrofista en cine y literatura “tiene sus atractivos y atrae a mucha gente: tras una guerra apocalíptica, por ejemplo, lo viejo se acaba y comienza algo nuevo”. Ahora bien, “¿cuánta gente escribe tuits sobre el fin del mundo y cuántos están firmando ahora su seguro de vida por los próximos 15 años? La humanidad se aferra a la esperanza de sobrevivir”.
Todo indica que este “apocalipsis” se quedará en humo. ¿Qué es lo que nos dijeron los mayas? La mayoría de su legado sigue entre la península de Yucatán (México) y Guatemala. Y uno de los rasgos que más ha trascendido es su calendario: sus cálculos del avance temporal y creado, en parte, a partir de mediciones astronómicas. Los mayas tenían un tipo de cómputo cronológico acumulativo, similar al nuestro. “Fijaron su punto cero el 13 de agosto del año 3.114 a. C. y determinaron que el ciclo máximo de su calendario eran 13 periodos de 144.000 días cada uno. En su conjunto suman 5.125 años, aproximadamente”, explica Miguel Rivero, catedrático de la Universidad Complutense de Madrid y autor de la obra “Bolnak el maya”. Por tanto, si seguimos este sistema, se estima que el fin de uno de estos “grandes ciclos” se produciría el 21 de diciembre de 2012, “aunque, también determinaron que, después de cada periodo, le seguiría otro ciclo”.
La vinculación del fin de uno de estos ciclos con el fin del mundo se ha creado por asociación. Además del calendario, en el siglo XVI se compilaron todas las tradiciones mayas bajo un título: el “Popol Vuh”. Y una de las creencias que incluye es la de que los mundos se creaban y se destruían, aunque el libro no indica cuándo. Ésta es la opinión generalizada de la comunidad científica. Hay que tener en cuenta que el calendario reúne tres cuentas de tiempo diferentes. David Stuart, experto en cultura maya de la Universidad de Texas, señala que la conocida como “cuenta larga” del calendario “continúa mucho más allá de esta fecha. La numerología del calendario exige que haya otras recurrencias futuras de esta fecha”.
Tendencias suicidas
¿Y qué tiene que decir la NASA? Entre los emails con preguntas sobre todo tipo de catástrofes, se han “colado” algunos de personas que, afirman, tienen la intención de suicidarse. “Es muy preocupante cuando ocurre. No tienes forma de saber si hablan en serio o no. Llegan de forma regular. Y especialmente de gente joven”, afirma a LA RAZÓN David Morrison, director del Centro Carl Sagan de la NASA. Así, por ejemplo, una mujer con tres hijos escribió “diciendo que pensaba matar a toda su familia”. ¿La responsabilidad? “Enteramente de internet. No es un tema discutido ni en publicaciones ni en radios ni televisiones. Y es imposible de controlar”.
¿Las teorías más descabelladas? Por ejemplo, está la “historieta” del planeta Nibiru que, teóricamente, podría chocar contra la Tierra. En realidad, dicho planeta procede de la mitología babilónica. Ya se predijo que tal acontecimiento podría producirse en mayo de 2003. “Si hubiera algo que se aproximara a la Tierra lo hubiéramos visto desde hace años y seguido. Si fuera real, con salir a la calle lo hubiéramos visto. Y los astrónomos lo habrían observado hace 10 años”, dice Morrison. O las supuestas tormentas solares que asolarían nuestro planeta. Al menos, en su caso, es cierto que se produzcan. “Es cierto que entre 2012 y 2013 se prevén tormentas solares. Y pueden causar el ‘apagón’ de algunos satélites durante horas, pero no tendrán ningún impacto en la población. No hemos tenido problemas con estas tormentas solares en mucho tiempo”. Así, sería “la mitad de potente” que la de 1850, la mayor registrada hasta ahora.
¿Un refugio en Madrid?
Hace dos años se dio a conocer el Grupo de Supervivencia de España 2012, que afirmaba contar con 165 personas dispuestas a encerrarse en un búnker en la sierra madrileña ante la amenaza del 21 de diciembre. Cada una de ellas habría aportado unos 2.400 euros por cabeza por su plaza. A día de hoy, cuesta encontrar rastros del grupo. El ingeniero Antonio Alcahud trabajo en el proyecto, pero decidió abandonarlo al ver que sus responsables pretendían abaratar los costes en detrimento de la seguridad. “Estoy seguro de que, finalmente, no construyeron ningún refugio”, dice Alcahud. JV Echagüe y BV Conquero.