Por AMALIA NOVATTI
Mensajes grabados a fuego en el inconsciente
La etapa infantil tiene una influencia decisoria y decisiva en la salud afectiva y emocional. Nuestras primeras vivencias quedan grabadas a fuego en el inconsciente, tanto si son agradables como si son tristes o violentas. Por supuesto, estas últimas tienen más fuerza, por el impacto emocional y la energía estancada que dejan.
Mónica no recuerda a su padre. Cuando ella tenía dos años se fue de viaje con su secretaria y nunca más volvió. La infancia junto a su madre fue buena; pero desde que se independizó, su vida es un desastre. Ha tenido media docena de novios y con todos ha terminado mal. O la abandonan, o ella encuentra un defecto imperdonable que precipita la ruptura. Cuanta más estabilidad afectiva tiene, más difícil le parece conseguirla.
¿Qué le impide enamorarse del hombre adecuado? ¿Es mala suerte?. Estudiando su conducta, es fácil descubrir el auto sabotaje. Su inseguridad la hace celosa y desconfiada: exige muestras de fidelidad constantes, agobiando a todo el que se le acerca. En su interior, el miedo al abandono encubre un deseo inconsciente que la dejen, para repetir una y otra vez la grabación que su mente infantil hizo respecto de la imagen paterna:", me dejó porque fui mala, porque me lo merecía". Este es el núcleo que la autodestruye.
Y, ya sea por imitación u omisión, volvemos al pasado, donde fueron grabados a fuego esos mensajes perturbadores; tanto lo fueron, que resultaron intolerables y, a causa de ello, desalojados al inconsciente. Pero, el inconsciente siempre trata de irrumpir y en la oportunidad más propicia, en el presente, lo hace, obligándonos a "actualizar", a "repetir" aquella vivencia infantil, como ocurrió con Mónica. En algunos casos por imitación y en otros por omisión (cuando queremos rebelarnos contra una imagen de la niñez).
Por imitación actúa el hijo de un alcohólico que también bebe en exceso o se droga, o el hombre que busca con desesperación una pareja que le de el cariño, la ternura y la protección que le dio su madre.
Por omisión se desenvuelve la hija de un padre agresivo y violento que teme levantar la voz cuando se enfada y no puede presenciar escenas violentas. De un modo u otro, el resultado es un acontecimiento rígido y muchas dificultades y limitaciones para actuar en presencia de los demás.
Más historias con nombre propio
Daniel era un niño muy creativo. Un día su profesora leyó una de sus poesías delante de toda la clase. Las risas de sus compañeros le hicieron descubrir, de un golpe, el miedo al ridículo. No ha vuelto a mostrar sus sentimientos.
Graciela se enamoró locamente de un chico de su clase y lo llevó a su casa. Sus padres la castigaron severamente. Tal actitud le produjo tal impacto que a partir de entonces no puede acercarse a los chicos en forma natural; tiene miedo a hacer algo muy malo.
El padre de Javier era a dicto al juego y, cada vez que perdía dinero, pagaba su frustración con la familia: broncas, peleas e insultos. Hoy es él quien de forma inesperada entra en cólera por cosas sin importancia. Después se siente más culpable.
Estas historias son sólo algunos ejemplos de cómo, a través de actitudes que inconscientemente nos recuerdan sentimientos básicos de vergüenza, miedo, frustración, temor a ser golpeados, abandonados y que repetimos a lo largo de nuestra existencia, vamos limitando nuestras vidas a la vez que tornándola insoportable.
Por eso, para comprender muchas reacciones del presente que nos hacen padecer, tenemos que investigar en nuestra niñez; y la mejor manera de resolverlo es mediante una terapia psicológica, que nos ayudará y permitirá, como en la tarea de quitar las capas a una cebolla, llegar al meollo del sufrimiento, para poder enfrentarlo y resolverlo. O en el peor de los casos, asumirlo. Caso contrario, y a pesar de nosotros mismos, siempre tenderá a surgir a la conciencia obligándonos a repetir vivencias pasadas, aunque actualizadas.