En muchas ocasiones hemos llegado a tener un mal momento cuando una persona “nos hace algo”, cuando esperamos que nos de alguna cosa y no sucede así o cuando las cosas no salen como quisiéramos y pensamos que estamos en esta situación por culpa de la otra persona que no nos dió lo que estábamos esperando, entonces les pasamos una factura cobrando todos esos favores que ya les hicimos pues pensamos que nos está pagando mal.
Es en ese momento cuando viene el sentimiento de dolor hacia la otra persona a la cual “ya no perdonaremos por lo que nos hizo” o hasta nos atrevemos a decir: “si lo perdono pero no voy a olvidar lo que me hizo, nunca” ya que nos sentimos lastimados, dolidos o humillados.
Y llega el resentimiento, que es una carga emocional muy pesada y difícil de llevar, sin embargo elegimos cargarla viviendo una y otra vez la situación emocional dolorosa.
Cuando estamos resentidos quisiéramos que la persona que nos “causo” este dolor lo sufra también y decidimos retirarle lo que consideramos mas valioso, nuestro afecto.
Cuando pensamos que los estamos castigando, contaminamos nuestros pensamientos con este veneno que es el resentimiento, estos pensamientos que son a veces representaciones mentales y a veces ese dialogo interno en nuestra cabeza que no nos deja en paz y repite una y otra vez la culpa que tiene la otra persona de que estemos en la situación que estamos viviendo. Todo esto motivado por las emociones de enojo y dolor que sentimos ante esta situación.
Y entonces elegimos vivir sin paz todos los días, cargando nuestro ser, nuestros pensamientos y nuestras emociones de una manera tóxica, pensando que con esto le ocasionamos mucho daño a la otra persona sin darnos cuenta que a la persona que mas daño producimos es a nosotros mismos, pues esa toxicidad va creciendo día a día y apoderándose de nuestros pensamientos, nuestras emociones, hasta que terminamos nosotros mismos encarcelando nuestro ser.
Es como si cargáramos un saco lleno de ladrillos encadenado a nuestro cuerpo, todo el día sin descanso, lo cual termina por agotarnos física y emocionalmente, sin embargo todavía nos resistimos y decimos: ¿Yo, perdonarlo?, ¡jamás! que sufra.. . pero no nos damos cuenta de quien es la persona que de verdad sufre: el o yo.
Independientemente de la otra persona, el rencor solo nos daña a nosotros, nos envenena, y pensamos que el perdón solo surte efecto hacia la otra persona, sin darnos cuenta que más bien el perdón nos permite soltar esta carga emocional. También nos permite visualizar que esta situación por la que atravesamos nos da crecimiento, nos ayuda a ser mejores y la mayoría de las veces estamos mejor después de esta situación que como estábamos antes. Es importante descubrir el aprendizaje.
El resentimiento es una de las emociones más difícil de superar, pero hay que considerar que cada quien somos constructores o destructores de nuestra propia vida, es decir elegimos lo que queremos para nuestra vida, vivir atormentados por el rencor o vivir en paz.
Así que hoy podemos decidir: Hoy decido soltar a…..y recuperar mi vida y mi paz.
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