Hay una expresión que dice “al pie de la letra”. Las letras no tienen pies, pero figuradamente esta expresión significa que se transcribe fielmente un texto. Aunque en nuestra vida cotidiana no usamos el verdadero significado, sino que la usamos para decir que estamos repitiendo literalmente un mandato o una orden. “Cumplir al pie de la letra” es la expresión que solemos decir.
Cuando somos chicos solemos hacer todo lo que nos dicen. Obedecemos a nuestros mayores, a nuestros maestros, y muchas veces a nuestros hermanos y a nuestros amigos. Generalmente crecemos con mandatos familiares y sociales y éstos son nuestras CREENCIAS (no en el sentido religioso, aunque lo incluye).
En determinado momento de nuestras vidas debemos darnos cuenta de qué es EXPECTATIVA o MANDATO de otros y qué es nuestro. Cuando crecemos debemos aprender a poner ciertos límites a las expectativas ajenas y desarrollar nuestro verdadero ser. Saber reconocer el límite entre lo de los demás y lo propio (no es fácil eh?), y quedarnos con aquellas creencias que nos APORTAN y BENEFICIAN para nuestro crecimiento, dejando “inactivas” aquellas creencias que ya no nos son funcionales.
Por ejemplo: si de chica me decían que yo podía ser y hacer mejor las cosas, que si me equivocaba no parecía portadora del apellido que llevaba (de familia de inteligentes), voy a crecer con esa exigencia, trasladada luego a auto exigencia, y no me perdonaré un solo fallo, estaré acostumbrada más al éxito que a las frustraciones, y en algún momento, por no haber podido poner los límites saludables y por cumplir al pie de la letra las expectativas ajenas, “estallaré” por algún lado, con algún trastorno de ansiedad, o del ánimo, o se manifestará en el cuerpo con alguna enfermedad psicosomática.
Entonces me pregunto… esto de cumplir al pie de la letra… ¿tiene algún beneficio? Podría tenerlo cuando somos niños, dado que crecemos con un cierto marco de contención y esto colabora a la estructuración de la personalidad y a la formación de nuestra identidad. Pero no trae beneficios y es disfuncional cuando en la mitad de la vida nos encontramos repitendo la historia de alguien. Cuidado cuando nuestro esposo o esposa nos dicen “Cada vez te parecés más a tu mamá”…
O sea que… debemos poner límites, pongámonos “zapatos”. Límites sanadores, como dice Anselm Grün límites para diferenciarnos de los otros y límites para no enfermarnos. Pero no solo debemos poner límite con los otros, sino que debemos saber escucharnos los límites y reconocer mis limitaciones, mis capacidades y las señales de mi cuerpo. De no hacerlo, puedo enfermar. El estrés, por ejemplo, es haber sido sordos a una ansiedad que nos gritaba que estaba desbordada.
Apertura y protección. Delimitación y entrega. En el equilibrio está el secreto de la salud.
¿Y cómo lo hacemos? Debemos volver a nuestro centro, a nuestro eje. Para volver a reconocernos, para no seguir viviendo confundidos. Hacernos las preguntas claves ante dudas que tengamos en la vida:
¿Quién soy?
¿Qué quiero?
¿Hacia donde quiero ir?
¿Qué siento?.
FUENTE:
http://blogsdelagente.com/faltasnomeganan