No hay como prestar un poco de atención a cualquier conversación que pase por nuestro lado o mirarnos un poco el ombligo para darnos cuenta del sinfín de obstáculos que ponemos (y nos ponen) cuando conversamos.
La mayor parte de las veces con nuestra mejor intención (como tantas otras cosas) INTERPRETAMOS que en el momento en que alguien nos cuenta algo, lo que quiere es que le digamos qué tiene que hacer, decir o sentir. Y no contentos con ello, si notamos que no nos agradece que le “solucionemos SU vida”, tendemos a considerarle un desagradecido y a decir frases como “que le escuche otro”, “si no quiere mi consejo para qué me lo cuenta”, …
Si profundizamos un poquito en esta reacción nos daremos cuenta de que en el momento en que yo le digo a alguien cómo debe actuar, lo que hago es quitarle el protagonismo de SU vida, considerar que MI juicio es mejor que el suyo y decidir que no es capaz de tomar SUS propias decisiones. ¿Interesante, no?
Pero la cosa no queda ahí, con nuestra “ayuda” lo que conseguimos es que la atención deje de estar centrada esa persona para centrarse en MÍ.
Los 12 tipos de respuestas que solemos utilizar más habitualmente en estas conversaciones y que NOS BLOQUEAN, sin darnos cuenta, la posibilidad de tener una verdadera comunicación con la otra persona son los siguientes:
MANDAR, DIRIGIR: Decir al otro lo que debe hacer: “Tienes que…”, “Deberías…”
AMENAZAR: Decir al otro lo que le puede pasar si no hace lo que le decimos: “Sigue así y ya verás como te va…”, “Si no haces lo que digo atente a las consecuencias…”.
SERMONEAR: Aludir a una norma externa para decir lo que debe hacer el otro: “Los chicos no lloran”, “A la gente no le gusta que alguien destaque…”, “Las mujeres no pueden hacerlo…”
DAR LECCIONES: Basarte en tú experiencia para decir lo que es “bueno” o “malo” para el otro: “Si yo te contara… esto no es una tontería comparado con lo que yo he vivido”, “Eres joven ya verás como lo verás diferente después”.
ACONSEJAR: Decir al otro qué es lo “mejor” para él/ella: “Lo mejor que puedes hacer es…”, “Deja la empresa…”, “Deja a tu marido…”.
CONSOLAR, ANIMAR: Decir al otro que lo que le pasa es poco importante: “Pero si no tiene importancia…”. “No te preocupes, esto no es nada…”.
APROBAR: Dar al otro la razón, sin más.
DESAPROBAR: Quitar la razón al otro: “Lo que acabas de decir no es verdad”.
INSULTAR: Despreciar al otro por lo que dice o hace: “Esto te pasa porque eres tonto”.
INTERPRETAR: Decir al otro el motivo oculto de su actitud (leerle la mente): “En el fondo tú quieres que te echen…”, “A ti lo que te pasa es que no te cae bien…”.
INTERROGAR: Sacar información al otro: “¿Por qué no le has contestado?”, “¿Por qué no quieres contarle la verdad?”.
IRONIZAR: Reírse del otro: “Sí claro, deja a tu marido y ponte a vivir del aire”.
¿Te sientes identificado/a? Eres de los que responden así o conoces a alguien que lo hace contigo? ¿Cómo te hace sentir?
Comunicarse bien es esencial para tener relaciones constructivas con los demás, relaciones en las que te sientas estimado, valorado, que te ayuden a crecer. Y aunque cambiar hábitos requiere esfuerzo, en el fondo no es tan difícil, al fin y al cabo se basa en RESPETAR AL OTRO y escucharle mientras habla. Escucharle de verdad.
AUTORA: Ana Apesteguía.
FUENTE:
http://laboayelelefante.blogspot.com.es