¿Cuántas veces no se confunde el amor con la posesión? Pensamos que, por el hecho de que una persona haya aceptado ser nuestra compañer@, ya nos pertenece, pero es un error. La persona que nos ama, nuestra pareja, no nos pertenece. Es un individuo con libertad y autonomía, al igual que nosotros. Por tanto, nosotros tampoco somos pertenencia de nuestra pareja.
No podemos tener la seguridad de que esa persona que amamos se quedará con nosotros toda la vida, por mucho que nos duela o nos asuste la idea. Como tampoco podremos estar seguros de que nuestro amor por ella siempre existirá. Más allá de nuestros deseos, ilusiones y expectativas, la vida siempre está en movimiento y hay muchas posibilidades de que la realidad actual se transforme por maravillosa o terrible que sea.
Esta realidad genera mucho miedo en algunas personas. Quisieran tener un contrato vitalicio para sentirse con la tranquilidad de que la persona que aman siempre estará a su lado, que les pertenece. Es inútil engañarse. La voluntad de cada uno para irse o quedarse, es algo que no se puede negociar. Es parte de nuestra libertad como seres humanos.
También tenemos que tomar en cuenta que, si la persona a la que amamos y con quien compartimos la vida decide irse, se va una persona con nombre y apellidos, no se va el amor. La capacidad de amar es nuestra.
Muchas parejas se quedan en la relación, aunque el amor se haya terminado, por miedo a no volver a encontrar a alguien que las quiera, o por temor a la soledad. Quedarse con alguien a quien no se ama u obligar a alguien que ha dejado de querernos a que se quede a nuestro lado para cubrir nuestro miedo a la soledad o el temor de no encontrar a nadie más, es algo que se paga muy caro. Una relación donde ya no hay amor ni intereses compartidos, puede convertirse en un infierno.
Otro elemento que nos genera el miedo de perder a la pareja es que ella vale más que uno mismo: la idealización del otro. ¿Qué nos hace pensar que uno vale menos que el otro? La comparación es un camino muy inestable para solucionar algo. Como seres humanos todos somos muy semejantes a pesar de tener también nuestras diferencias. Nadie es “mejor que”, todos somos “diferentes a” y, por tanto, complementarios. Las diferencias nos enriquecen, nos ayudan a crecer. ¿Para qué te sirven las comparaciones? Para sentirte inseguro, triste, inferior y… dependiente del otro al que consideras imprescindible en tú vida.
Por estar viviendo en la fantasía de lo que podrías llegar a perder en el futuro, no disfrutas ni valoras lo que tienes en el presente. No pierdas tu tiempo imaginando lo que podría pasar (las llamadas fantasías catastróficas). Asumir y aceptar que en la vida, ineludiblemente, nos habremos de despedir de todas nuestras relaciones (amigos, familia, pareja,…), nos hace libres para vivirlas sin ataduras. No te pierdas esa gran oportunidad que te da la vida de haber encontrado a una mujer o a un hombre a quien amar. Vive este momento presente.
Es como si ganaras la lotería y estuvieras todo el tiempo preguntándote cómo es que la ganaste, si realmente te la merecías y estuvieras preocupado todo el tiempo pensando en qué momento se te va acabar el dinero o te lo van a robar, en lugar de disfrutarlo y gastártelo con cosas que te hagan disfrutar.
Así también, con el amor, agradécelo y disfrútalo. En pocas palabras, date el permiso de ser feliz al lado de tu pareja.
Luis Fernando Martínez Gómez
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