Que distorsionada está la realidad en la que nos encontramos, preocupados siempre por el coche que compraré, el mejor guardarropa, las mejores comidas y los grandes lujos rodeados siempre de una superficial preocupación.
Nos han enseñado a transitar por el mundo tomados de la mano de “el tener” como símbolo de éxito, de logros alcanzados, de caminos andados asegurando que si mi cuenta bancaria es robusta debo ser un gran personaje, digno merecedor de todas las canonjías y caravanas de aquellos a mi alrededor mismos a los que pisoteo en cada oportunidad que tengo.
Vamos por el camino del desprecio hacia aquel al que le a tocado vivir de otra manera, al que llamamos marginado, enfermo, pobre, solitario, sin atrevernos a preguntar no por la posibilidad de ayudar o confortar, sino por el estado anímico de esa persona, por su andar en la vida, no conocemos sus metas e ilusiones prejuzgando y etiquetándole como si tuviera, forzosamente que cumplir las mismas metas que nosotros nos hemos planteado, metas normalmente dirigidas “al tener”.
¿Cuántas veces hemos volteado a ver “el ser” dejando de lado, por un momento, “el tener”?
Nos han recetado la vida como una fórmula para hacer riqueza, obtener títulos nobiliarios y estar en lo alto de la pirámide orgánica de cualquier organización; nos lo han vendido como la única manera para ser hombres y mujeres de éxito.
Hemos olvidado lo que somos, nacimos humanos, únicos e irrepetibles y desde ese momento nos han convertido en máquinas de consumo, tener a cualquier costo, a costa de lo que sea, dejando de lado nuestra esencia, nuestra naturaleza humana.
Dejemos “el tener” de lado por un momento y ocupémonos en “el ser” busquemos hacia adentro, encontremos nuestras debilidades y hagamos de ellas fortalezas, saludemos al vecino, a aquella persona que día tras día hace de nuestro espacio un espacio más habitable, entrenemos nuestros talentos y usemos esas herramientas para hacer reír, para ayudar al que lo acepte, quizá solo con una palabra, con un gesto.
Regálate un poco de vida para vivirla y recordar que tu y solamente tu eres el camino para llegar hasta ti.
Realmente ¿qué tanto te conoces?
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