La persona amable es aquella que por su actitud afectuosa, complaciente y cordial es digna de ser amada. Escucha a los demás, no los interrumpe ni recrimina de manera brusca ni violenta. Expresa la disconformidad que pueda tener, sin ofender y también suele destacar las cosas bien hechas de los demás.
La amabilidad como valor es una actitud, un modo habitual de ser y comportarse, afectuoso y complaciente de la persona que es digna de ser amada.
Uno de los signos más claros de la confianza, en uno mismo es la amabilidad, mediante la cual se expresan cosas que las palabras, solas, jamás podrían transmitir.
Hay que tener verdadera confianza y seguridad interior para ser amable, pues la amabilidad deriva de la fortaleza, y contagia a su vez a los demás que nos rodean.
La persona amable muestra respeto y aprecio por la gente, al tiempo que desea ser respetada y apreciada por parte de los demás.
La amabilidad, además, es una expresión de solidaridad y de respeto, pues las personas amables tratan de ayudar a los demás, de serles útiles, aunque no lo conozcan.
Cuando lo normal en una persona sea comportarse de forma afable y afectuosa, es porque la amabilidad ha adquirido la categoría de valor para ella.
Los actos realizados con amabilidad generan resultados más efectivos, y más rápidos, de lo que se habrían alcanzado sin ella.
Con amabilidad se da una mejor comunicación entre las personas, lo cual conduce a una mejor convivencia. También es una actitud de expresarse con autenticidad, sin perder el buen trato, es claridad y no fingimiento y es verdad y no falsedad.
La verdadera fortaleza que la amabilidad conlleva es realmente difícil de negar.
Si en algún momento sientes la tentación de ser incorrecto, no olvides que optando por la situación contraria, la amabilidad, estás eligiendo librar una batalla complicada.
Todo el esfuerzo adicional que has de poner en juego para no ser amable, no te aportará nada en última instancia, así que elige por actuar con sincera amabilidad, ya que sumarás su fuerza innegable y positiva a cada uno de tus acciones.
Para ser amables hace falta poseer algo de control de las emociones, pues la falta de autodominio lleva a reacciones poco adecuadas. Para ser corteses hace falta evitar las prisas sin sentido, que normalmente estresan a las personas.
La amabilidad es un claro exponente de madurez y de grandeza de espíritu, dado su carácter universal, integrador y de cálido acercamiento a los demás seres.
Las personas que sienten respeto y afecto por quienes les rodean aprenden a tratarlos bien, a dirigirse a ellos con consideración, y a tener una serie de pequeñas atenciones que hacen la vida más feliz y amable.
Algunas de las características de las personas amables son: disponen de dominio propio, cuentan con una actitud pacificadora, son respetuosas, honradas, muestran gozo y alegría, son serviciales y son seres que se consideran a si mismos.
Para vivir la amabilidad se ha de disponer de libertad asumida y ejercida, de afecto, alegría, confianza, aceptación y seguridad.
La convivencia necesita palabras y gestos amables, puesto que los gritos, las frases hirientes, la prepotencia y negar el saludo o ignorar a un conocido, son obstáculos para vivir en paz.
Si vamos por la vida haciendo las cosas con amabilidad, viviremos con menos dificultad.
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«Con palabras agradables y un poco de amabilidad se puede arrastrar a un elefante de un cabello.»
Proverbio Persa.
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«El amor que yo viva en mí de mí es la medida del amor con que puedo amar a cualquier otra persona. El problema está en que yo me encierro en el amor que vivo en mí y excluyo a los demás.»
A. Blay.
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«La amabilidad es como una almohadilla, que aunque no tenga nada adentro, por lo menos amortigua los golpes de la vida.»
Arthur Schopenhauer.
Dver.
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