Amor llaman a un sentimiento. A uno diferente, ininteligible para la mente humana. A ese que debemos tanto, que tantos favores no ha hecho y que tantas desdichas nos ha causado sin razón “inaparente”...
Un viaje misterioso, egoísta, valiente, extraño, sin lógica. Como quien coge un tren sin saber su destino. Como quien ama el destino sin subirse al tren. La llama de la vela con la que nos quemamos. Luz del sol que nos ciega. La salve que no sabemos rezar. La estrella que no deja de brillar. El cuento de nunca acabar. Poesía escrita en prosa.
Amor, senda eterna si es verdadera, pasaje si te encierra. Amor que sólo sabe sentir, que no entiende de otra cosa, puro, soberbio. El que es capaz de vencer al miedo.
Miradas que se cruzan curiosas, caricias que buscan respuestas, besos de complicidad. Peticiones generosas.
Amor, camino al cielo, camino que siempre será camino, camino de fantasía, camino siempre recordado, camino que ilumina cada decisión, que abre puertas y que cierra ventanas. El que hace más ancha la carretera para que no nos salgamos. El que hace más creíble al mito. El que lo da todo sin pensar.
Dios universal, imperecedero, eterno. Al que no hace falta implorar, rezar, con el que no hace falta hablar, al que simplemente hace falta conquistar. Las ganas de tenerlo, la fe por encontrarlo, el deseo de merecerlo, el miedo a perderlo.
Amor, el que nos hace ver blanco lo negro, el que pone trampas al odio, el que rescata un corazón perdido, el que salva al alma de la desesperación. El que es capaz de curar cualquier herida, por mucho que duela.
El que cumple sueños. El que cabalga por el sendero de la vida sin mirar atrás. El que hace de Nietzsche a San Agustín. El que nos hace capaces de volar por el universo sin necesidad de respirar. El que es capaz de juntar dos banderas nacionalistas. El que es capaz de ver antes que cualquier otro.
El amor es la filosofía de la vida. El amor es ser amado.
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