¿Las personas podemos cambiar o debemos aceptar que cada uno es como es?
Si intentamos despejar la incognita desde la observación de la conducta cotidiana detectaremos un fenómeno paradójico. A la hora de evaluar aplicamos criterios distintos segun se trate del proceder ajeno o del propio.
Por un lado, a juzgar por el esfuerzo que hacemos procurando que nuestros seres queridos actúen en determinada manera, parece que estamos convencidos que las personas pueden cambiar.
En cambio si tomamos como referente el poco tiempo que empleamos en automejorarnos, parece que predomina la certeza de que los seres humanos somos inmutables.
O nos equivocamos al pensar que los demás pueden cambiar o cometemos el error de creer que nosotros no podemos hacerlo.
Pedimos a los demás que cambien mientras mantenemos rígidamente los propios postulados. Hablamos de bondad mucho más de lo que la practicamos y criticamos el egoísmo con mayor entusiasmo del que empleamos en regularlo.
Quien prefiera pensar que en el mundo externo encontrará la solución a sus problemas, puede seguir demandando el cambio ajeno. Pero quien quiera perfecionarse, que busque en su interior y podra comprobar que la mejor manera de mejorar es orientar la capacidad de critica hacía uno mismo.
Cuando seamos capaces de desplazar hacia el crecimiento interno parte del esfuerzo que ahora realizamos para detectar las imperfecciones ajenas, se habrá iniciado de forma definitiva un imparable e irreversible proceso de perfeccionamiento humano.
Reorientar hacía si mismo el espejo en el que normalmente intentamos que los demás vean sus faltas. Con esta acción estará realizando la inversión más rentable de su vida porque los beneficios se cobran en forma de congruencia, seguridad y paz interior , valores que propician el sentimiento de felicidad
La felicidad personal.
Antonio Bolinches