Sería increíble que existieran instructivos para la resolución de sentimientos: “Si su marido la ha engañado siga los siguientes tips para superarlo”; “Si su pareja ha cambiado de tendencia sexual haga lo siguiente para sentirse mejor”; “Si su esposa lo golpea no se sienta mandilón”; “Si …” Pero ¿qué creen? no hay. Las relaciones personales son dificilísimas y dentro de ellas a las amorosas las denomino “reinas del conflicto”. Somos nosotros los que ponemos nuestras propias reglas respecto de nuestros comportamientos, tanto con uno como con los demás.
Confieso que alguna vez le abrí la puerta al silencio, se apoderó de mi persona, evocó letras tristes y tendenciosas e hizo dormitar a mi corrosiva personalidad. Incluso invitó a mi carácter a pasar varias noches en el recinto del sarcasmo que compartieron a mi costa. ¡Gran espectáculo el que di!... a mi costa. Ironía, el público asistente se rió a mis costillas, se mofó de mi final. Abrí varios frentes, lo reconozco, a la muchedumbre le indiqué su error, los reté al tiempo. El tiempo me jugó el dardo equivocado y le atinó al centro de mi equivocación.
No podía soportar el chasco, la lentitud del transcurso pasó como agujas en mi pulgar, mi desasosiego anduvo en ropa interior sin pudor. Sabio mi cerebro, que me repetía que estaría bien y que no moriría. Nada me vencerá. Odiaba que supiera tanto, en aquel entonces lo prefería estúpido porque así tendría la oportunidad de disfrutar mi dolor en vez de razonarlo.
No hay manuales para ningún supuesto sentimental y si los hay son fríos como casi todo el papel. ¿Qué hacer entonces? Pues… vivir, no podemos solucionar el problema amoroso a menos que lo vivamos. Una vez que hemos pasado por una situación creamos precedentes para todo lo que sigue. No hay instructivos para armar el corazón cuando te lo han hecho polvo y tampoco de cómo dejar ir todo aquello que te hace daño, pero tenemos las lecciones de lo que hemos pasado y eso más nuestro instinto funciona.
¿Qué es el amor? No podemos saber lo que es el amor sino hemos sentido el desamor. Valoramos entonces lo bueno cuando hemos estado enfrente de lo malo, nos haya marcado o no. Aunque definitivamente es preferible que nos marque el amor. Desde la niñez nuestros padres nos ayudan a forjar la forma en la que amaremos en nuestro futuro, son los que nos dan los materiales necesarios para construir y más vale que nos hayan dado de la mejor calidad.
Tal vez hayas pasado momentos de silencio que creías interminable, en algún momento pensaste que tus lágrimas no drenarían tu alma lo suficiente, puede ser que te viste al espejo muchas veces preguntando quién eres, de dónde vienes y a dónde te mueves sin saber las respuestas. Te llenaste de duda y tristeza. Eso vale, porque nadie te lo cuenta, porque ya lo viviste, ya lo sentiste y en efecto ¡No moriste!
Lo importante es ¿qué hacer con eso? Puedes vivir en un estado de shock constante y seguir igual, saber, conocer y no hacer, mantenerte incauto, tibio, estático. Por otro lado, puedes aprender, levantarte y luchar por ti, para darte, para tenerte, para disfrutarte y para vivir con la certeza de que no hay mejor elección que aquella que va erigida a escogerse a uno mismo, por encima de todo y de todos.
“No puedes dar lo que no tienes”, eso es el amor, sino te quieres no puedes querer a otro, sino te cuidas, te procuras y tienes paz y tranquilidad buscadas, halladas y donadas de ti, difícilmente puedes transmitirlas. No sabrás como hacerlo y obviamente no podrás lograr desprenderte de algo que no conoces y mucho menos compartirlo con otra persona. Solo podemos dar lo que tenemos, transmitir lo que sabemos e intentar que el resultado sea positivo.
Entonces, debemos llenarnos de días de sol, aunque esté lloviendo, amarnos a nosotros primero, no hay mayor expresión de amor que ese, dar “nos”, abrirnos con el manual de la experiencia adquirida para así no caer en nuevos silencios y poder manifestar nuestro ruido único y poderoso. Ser capaces de fusionarlo con alguien que tenga claras las reglas de la lección y que desee escribir un manual de dos, por dos, para dos. Vivido por dos pero siempre con la raíz de uno mismo.
Evangelina Jiménez Olvera.