¿Qué se me antoja hacer hoy?

Casi todas las actividades que hacemos tienen un propósito en nuestra mente, ¿pero qué pasaría si renunciáramos a las metas? ¿Cómo sería una jornada sin metas? Te invitamos a imaginar:
“Te levantas, agradecido de estar vivo. Te preguntas, ¿qué se me antoja hacer hoy? Entonces comienzas hacienda algo que te gusta, que tienes ganas, y lo disfrutas. ¿Lo que estás haciendo es una meta, un objetivo? En cierta manera, sí, pero no es algo fijo. No hay plan, y el destino no importa tanto como el proceso.
Empiezas, digamos que sales a dar un paseo, pero puedes cambiar sobre la marcha. No podías prever lo que se te presentaría en la ruta, así que te adaptas, sin plan anticipado, sin meta que se ajuste a ningún particular. Si algo nuevo se presenta, abandonas la idea del principio, porque las ideas eran livianas, y en realidad, no significaban nada. Lo importante es fluir. Aprendes a ser flexible en lugar de rígido. Aprendes a ser bueno en el cambio y la incertidumbre, en lugar de luchar contra ello.
Mientras las cosas llegan, te adaptas, y dejas ir tus planes y metas. Te mueves con la fluidez del agua, con el paisaje cambiante. Eres libre de hacerlo porque no te importa donde termines, solo quieres estar presente, bien presente en el viaje, estar alineado con cada paso, divertirte a cada momento. El destino se vuelve irrelevante. Ninguna meta o destino importa si cualquier cosa es buena. Cada paso a lo largo del camino, entonces, se convierte en el destino, y allí es exactamente donde debes estar.”

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