En el ir y venir de los días, a veces me asusta que la ilusión pueda perderse, que me despierte una mañana y ya no estés para extender tus brazos, y abrigarme del frío, mientras desarreglamos la cama.
Siento miedo, de ya no escribirte sino versos tristes, y tachar una y otra vez nuestra historia de amor, en busca de un mejor comienzo, de un final feliz.
Me aterra la idea de pensar que mis manos puedan entumirse de dolor por no tocarte, y es entonces cuando quiero salir corriendo y darte el mejor de los abrazos.
Es una necesidad hermosa de regalarle a tus oídos la bendición de unas dulces palabras de amor, mientras consigo prenderme a tu cintura.
¿Me dejarás quedarme así hasta que se esconda la luna?
¡Eres mi sol de amor!
Contigo ya no hay nostalgia ni frío en el alma.
Contigo no hay pasado que me abrume, ni futuro que me perturbe. Sólo hay presente y realidad, un sabor dulce al despertar, una ilusión que crece y se renueva cada día más y más.
Un amor joven, libre como tú y yo, pero claro y genuino como el resplandor del sol.