Pigmalión era un escultor griego que se enamoró de Galatea, su mujer ideal representada en la escultura que él mismo hizo, y que con el tiempo cobró vida.
El “efecto Pigmalión” ha sido ampliamente estudiado en el campo laboral, en el educativo, en el social y, por supuesto, en el personal. En psicología también se refieren a él como “profecía autocumplida”.
En resumidas cuentas, aprovechar el “efecto Pigmalión” en nuestro favor consiste en comportarnos con una convicción positiva, sobre un hecho o un suceso. Nuestro pensamiento y nuestra actitud se alinean con la realidad positiva que pensamos. De este modo, hay mayores probabilidades de hacer que lo que pensamos se cumpla, si es que no lo ha hecho ya.
Ejemplos simples:
Una persona quiere ser muy atractiva. = Se convence a sí misma de que lo es. = Actúa como tal, potenciando sus encantos al máximo. = Los demás la ven más atractiva. = Profecía cumplida.
Una persona desea tener éxito en un proyecto. = Piensa y actúa como si ya lo hubiera tenido. = Vuelca toda su ilusión y esfuerzo en él. = El proyecto tiene éxito. = Profecía cumplida.
Siempre hay mayores probabilidades de que algo salga bien o a nuestro gusto cuando somos los primeros en estar convencidos de ello. Es algo lógico.
La motivación hace que nos esforcemos en cambiar la realidad a nuestro favor y, gracias a la ilusión que sentimos, el esfuerzo que realizamos bien vale la pena.
Esto hay que subrayarlo: Las cosas no se logran simplemente por desearlas mucho. Hay que actuar.
Independientemente de que se tome conciencia o no del proceso, el “efecto Pigmalión” es algo que vivimos continuamente. Muchas veces, las consecuencias tienen que ver con la actitud que asumimos al inicio.
http://tusbuenosmomentos.com/2010/07/la-antigua-ley-de-la-atraccion/