¡Ay, el esfuerzo! Ese empleo de energía necesario para llegar a la meta… ¿Te puedes creer que hay quien le tiene miedo?
Hay una serie de miedos clásicos que paralizan a la gente a la hora de luchar por sus objetivos: el miedo a las críticas, el miedo al fracaso o a hacerlo mal, incluso el miedo al éxito. Y a éstos hay que añadir el miedo a esforzarse.
Este miedo hace que agotes las energías mucho antes de empezar. Y, para hacerle frente, sólo has de darle la vuelta y mirarlo de otro modo.
Comenzar el trabajo te asusta y te paraliza porque anticipas el cansancio, la pesadez, el desgaste, es decir: lo negativo. Eso desaparece cuando pones el foco en lo positivo y echas a andar.
¿Cómo? Ahí van ideas…
Carga tu motivación
De un lado está la pereza. Pues, como si fuera una balanza, pon en el otro lado el motivo que hace que valga la pena el esfuerzo. ¿Cuál es tu objetivo? ¿De verdad lo deseas? ¿Cuánto? ¿Por qué?
Planifica bien
El esfuerzo, si no está bien dirigido, no sirve de nada. Por ejemplo, yo puedo pasarme 4 horas ininterrumpidas delante de un libro sin sacar nada en claro. Y tú, con una mejor organización, asimilas el contenido en media hora. Luego, el tiempo que emplees en elaborar tu plan no es tiempo perdido.
Tampoco lo es ese tiempo que dedicas a descansar. La clave no está en esforzarse más, sino en optimizar el esfuerzo.
Pasito a paso
Céntrate en el paso que tienes que dar inmediatamente. Después, en el otro… Así, sin mirar al horizonte y abrumarte por todo lo que queda por hacer.
Construye un hábito
Cuando te has acostumbrado a ir paso a paso cada día, además de perder el miedo al esfuerzo, el desgaste es menor, mucho menor.
No mires sólo los resultados
Es cierto que la sensación de progreso es motivadora. Saber que te estás esforzando y obteniendo resultados por ello hace que sientas más ganas de seguir adelante.
Pero, ¡ojo! A veces los resultados positivos no llegan tan pronto como te hubiese gustado y, otras veces, surgen en el camino inconvenientes no previstos.
En cualquier caso, eso no significa que no te hayas esforzado. Sí, lo has hecho. Y, aunque el mundo no se haya dado cuenta, tú bien que lo llevas en el cuerpo.
Reconoce cada pequeña mejora
En cuanto das el primer paso, has comenzado el camino.
Asegúrate de tener en cuenta cada pequeño logro (no sólo esos resultados notorios que esperas). Si hace falta, regístralo en algún sitio, lleva un diario, cuéntaselo a tu amigo… Lo que sea, pero no lo olvides.
No te compares con otros
No compares tu esfuerzo con el de otros. Cada uno sigue su compás. Si acaso, compárate contigo mismo. Mira cómo vas evolucionando gracias a tu esfuerzo.
Y, si todavía no has comenzado a andar, ¡hazlo ahora! ¡YA!
http://tusbuenosmomentos.com/2012/07/miedo-esfuerzo/