Para mí, ser amable contigo mismo supone: respetarte como eres, cuidar de ti y concederte permiso para no ser perfecto.
1. Respetarte: Sí, conociendo y aceptando tus defectos, sin importar que se cuenten por docenas.
2. Cuidar de ti: Dándote tiempo, además, para crear, aprender o relajarte, sin más.
3. Concederte permiso para no ser perfecto: Para cometer errores, fracasar, abandonar, etc. Eso, sin castigarte o flagelarte con la culpa.
¿Te suena esto a demasiada autocomplacencia? Pues no lo es. Lo sería si hablásemos de un exceso. Por ejemplo: Si yo me convirtiera en una vaga redomada, orgullosa de serlo, que come galletas todo el día tumbada en una hamaca.
¿Quién dijo que el exceso de amabilidad sea bueno? Es nefasto incluso en el trato con los demás.
De lo que hablamos es de añadir un poco de amabilidad que, precisamente, previene ese tipo de comportamientos egoístas e indolentes.
Porque, si yo cuido de mí misma, ¿cómo voy a quedarme el día entero tirada sin hacer ni el huevo? ¿Es acaso bueno para mi salud, para mis objetivos, para mis relaciones…? No, no lo es. Este exceso extingue lo bueno de la amabilidad.
Cuando eres amable contigo mismo, intentas cuidarte para estar física y psicológicamente lo mejor posible. Te importa, al igual que te importa y procuras el bienestar de las personas que quieres.
Tienes la intención de animarte o de tratar de sentirte mejor cuando las cosas no van tan bien; de levantarte cuando caes; de no revolcarte en la culpa, en el resentimiento o en otros fangos de ésos.
Muchos problemas de autoestima se superarían, simplemente, con aprender a tratarnos un poquito mejor a nosotros mismos.
http://tusbuenosmomentos.com/2012/08/amable-contigo-mismo/