Los investigadores realizaron todo tipo de conjeturas e investigaciones para tratar de encontrar las causas del fenómeno.
Se trata de un insólito caso odontológico acaecido a finales del siglo XVI, que tuvo como protagonista a un niño de Weigelsdorf (Silesia), al que le «nació» un diente de oro a la edad de seis años. El pequeño se llamaba Christoph Müller y su valioso molar atrajo la atención de científicos y estudiosos de la época que realizaban todo tipo de conjeturas e investigaciones para tratar de encontrar las causas de esta rareza.
Algunos, como Jakob Horst, profesor de Medicina en la Universidad de Helmstedt, comprobaron la autenticidad de la pieza rozándola con una piedra de toque, método utilizado habitualmente en orfebrería y determinando que efectivamente se trataba de oro, aunque de baja calidad. Su entusiasmo era tal, que llegó a escribir un tratado de casi 150 páginas en el que atribuía las razones del fenómeno a causas sobrenaturales, por aquello de que el 22 de diciembre de 1585, fecha en la que creía que le había nacido el diente, coincidía con un inusual solsticio de invierno en el que se habían alineado varios planetas. Según el profesor Horst, «el Sol se hallaba en la constelación de Aries en conjunción con Marte, Saturno y Venus y eso provocó que los humores que nutrían el cuerpo del recién nacido segregaran oro puro en lugar de masa osea».
Por el hogar de los Müller fueron desfilando un sinfín de estudiosos que pregonaban todo tipo de teorías más o menos creíbles. Pero el que realmente descubrió que en realidad se trataba de una estafa organizada por los propios familiares del pequeño fue Duncan Liddell, un médico escocés residente en Helmstedt que publicó “Tractatus de Aureo pueri Silesiani dente”, en el que sospechaba que el diente de oro de debía haber sido colocado por una mano humana. Sus principales argumentaciones cuestionaban que en la fecha indicada, 22 de diciembre de 1585, hubiese tenido lugar tal alineación astronómica y sobre todo, y la más convincente, que el niño sólo abría la boca a aquellos que pagaban.
Efectivamente la teoría de Liddell se demostró cuando, con el paso de los años, la reluciente pieza se fue degastando y el joven ya no enseñaba su dentadura a nadie, ni por unas cuantas monedas. El destino hizo que en una de esas ocasiones en las que no quiso abrir la boca, un noble (algo embriagado) le asestara una puñalada en la mejilla. Cuando un médico trato de curar su herida, descubrió el fraude. Para aquel entonces, los familiares del niño con el falso diente de oro, ya habían huído con tanta habilidad como la que tuvieron para colocar la fina capa de metal en el diente.
Fuente : abc