La relación de Harry Houdini (1874-1926) con el espiritismo fue una constante en todos los episodios de su vida. Tampoco podía ser de otra manera considerando el contexto histórico de la época: un notable auge de las actividades de los médiums se complementaba perfectamente con una ferviente y creciente devoción por parte de un público incauto y deseoso de maravillas sobrenaturales.
En plena adolescencia conoce al mago amateur Joseph Rinn quien, además de su afición por la magia, se mostraba interesado y escéptico sobre los fenómenos espiritistas. La curiosidad que despertaron en Houdini los fantásticos relatos de los hechos que acontecían en ese tipo de sesiones, obligó a Rinn a llevarlo a una de ellas.
Fue a principios de 1891 cuando ambos concurrieron a una sesión espiritista de Minnie Williams, en Nueva York (EEUU). El desencanto no pudo ser mayor, pero tuvo su premio. Semanas después, Rinn le mostró un libro en el que se exponían con detalle los trucos empleados por estos farsantes y —de inmediato— Houdini quedó cautivado por aquellos que desentrañaban los misterios de la liberación de ataduras (FitzSimons, 1980).
En 1894 conoció a una joven de 18 años, Wilhelmina Beatrice Rahner, y al cabo de unas semanas se casaron. Pronto la incorporó a sus rutinas de magia que hasta entonces había compartido con un amigo y su hermano Theo; a partir de ese momento su esposa se convirtió en la compañera inseparable y fiel asistente, Bess Houdini.
¿La gran paradoja?
Aun cuando el objetivo de Houdini era muy claro, un estricto interés por la magia en general y su fascinación por el escapismo, no siempre este tipo de espectáculos le proveía las satisfacciones económicas indispensables. Transcurría el otoño de 1897, cuando las dificultades para conseguir un buen contrato lo llevó junto a Bess a unirse a la troupe de un espectáculo ambulante que ofrecía el Dr. Hill como vendedor de “medicinas curalotodo”. Durante un recorrido por Galena, Kansas (EEUU), el Dr. Hill le sugirió a Houdini la conveniencia de llevar a cabo una sesión espiritista como parte del espectáculo-promoción.
De este modo, el 9 de enero de 1898, Harry debutó como médium en el Opera House siendo parte integrante de la California Concert Company del Dr. Hill (Christopher & Christopher, 1996, p. 345). El panfleto propagandístico lo anunciaba de la siguiente manera: “Houdini The Great Will Give Sunday Night A Spiritual Séanse In The Open Light”.
Houdini no era ningún incauto en estas cuestiones y sabía perfectamente que, al margen de su habilidad de mago, debía apelar a algunos recursos extras que harían aún más convincente su presentación. Se encargó de visitar cementerios para poder copiar nombres y fechas de las tumbas, no desatendió ningún chisme sobre delitos y escándalos, y completó su información consultando periódicos viejos.
Nada había quedado al azar y las expectativas del público que aquella noche colmó las instalaciones quedaron ampliamente cubiertas. El médium debutante fue atado por algunos integrantes del público y, una vez encerrado en su cabina espiritista (un armazón y telas) tras quedarse oculto al cerrarse las cortinas, los instrumentos musicales que se habían dispuesto dentro comenzaron a sonar y a volar por el aire. Después de verificar que seguía atado, se volvió a cerrar la cortina y en escaso tiempo Houdini reapareció liberado de sus ataduras gracias a los espíritus.
El nutrido aplauso quedó interrumpido cuando el gran escapista comenzó a hablar sobre el mundo de los espíritus y cómo él podía sentir su presencia en el escenario. Fue la dramatización necesaria para terminar de asombrar a los espectadores con la supuesta incorporación del espíritu de un tal Efram Alexander, un negro cojo que había sido degollado. Fue tal el impacto que muchos negros presentes salieron corriendo del teatro.
El éxito del espectáculo continuó en otros pueblos y le permitió ampliar su repertorio. La práctica lo llevó a dominar la escritura en pizarras con los pies y a desarrollar buenas técnicas de levitación de mesas.
Su alejamiento de las funciones de Hill no le permitió una vida mejor; por el contrario, la adversidad económica seguía llamando a la puerta y su rutina de médium profesional no pudo ser abandonada rápidamente. Su espectáculo de magia y escapismo en St. Joseph, Missouri, fue un nuevo fracaso y lo obligó a volver a sus andadas espiritistas (Christopher, 1969; Louagie, 2000; Williams & Epstein, 1950).
La experiencia adquirida en esta nueva faena le permitió conocer de primera mano la psicología de la gente que —sin el menor sentido crítico— aceptaba como verdaderas las manifestaciones espiritistas y otros supuestos fenómenos paranormales. Pasaría más de una década para que, después del reconocimiento y éxito alcanzado como ilusionista y rey del escapismo, comenzara un nuevo vínculo con el espiritismo.
Harry Houdini
“El espiritismo no es más ni menos que intoxicación mental, la intoxicación de palabras, de sentimientos y creencias sugeridas. Cuando una intoxicación de cualquier tipo se convierte en un hábito es perjudicial para el cuerpo, pero la intoxicación de la mente siempre es fatal para la mente” [Harry Houdini, 1924]
http://www.ciudadpc.com/2012/05/houdini-y-su-relacion-con-el.html