La superación personal empieza por la aceptación de sí mismo, reconociéndose tal como uno es con sus virtudes y sus defectos. Entre lo que debes reconocer, renunciando a cualquier ilusión que puedas haber tenido, es que eres un ser humano y que, como tal, estás expuesto a equivocarte y a cometer errores.
Debes evitar ser arrogante y pretender la infalibilidad. Así como no exiges a los demás la infalibilidad, tampoco te crees a ti mismo infalible ni dueño de la verdad. Reconocer a los demás el derecho a decidir su propio destino implica renunciar a hacer proselitismo y a tratar de que todos piensen de la misma manera.
Cuando uno busca su propia verdad y no se deja convencer por lo que los otros dicen, reconoce a los demás el mismo derecho. Esto forma parte del principio de tratar a los otros como quisieras que los otros te traten a ti mismo. Les reconozco a los demás el derecho a opinar de manera diferente a la mía.
La consecuencia de esto es la humildad. Ser humilde no significa arrodillarse ante nadie, sino reconocerse como un ser humano con todas sus imperfecciones, reconocimiento que justamente es lo que le impide considerarse mejor que los otros y con derecho a imponer su propia verdad.