Hace algunos siglos los enamorados regalaban a su amada “una manzana de oro” por ser un fruto escaso y caro en la época y por ser un símbolo de lo más preciado.
¿Sabeis a qué me refiero? a las naranjas y, con el adjetivo de pequeñitas, me refiero a las mandarinas, a ese fruto amado por Napoleón y, en cuyo honor, Antoine-Francois de Furkrua, inventó el licor “Mandarine Napoleón“, cuya receta se mantiene en secreto por la familia todavía hoy en día.
Los primeros registros escritos nos dicen que la mandarina procede de China, ya que el emperador Ta-Yu, incluyó entre sus impuestos la entrega de dos tipos de naranjas, grandes y pequeñas. Todavía hoy en día se discute de dónde viene el nombre de mandarina, unos dicen que es debido a que se le regalaban a los mandarines; otros dicen que recuerdan la forma y color de los botones que dichos funcionarios imperiales llevaban en el sombrero.
Para obtener el aceite esencial, se extrae por estrujamiento de su cáscara. El aceite es dorado, con una luminosidad azul-violeta muy bonita. Su perfume recuerda a la vez el de la naranja y el del limón, pero es más dulce y agradable. Se adultera fácilmente con el del limón y naranja.
Su acción principal es calmar el sistema nervioso. También es tónica y estomáquica.La
producción más apreciada es la de Italia. Brasil es el primer productor actualmente pero las notas olfatorias del aceite esencial de mandarina de brasil no son tan sutiles como las italianas. El ejm lo tenemos, otra vez, en el licor “Mandarine Napoleón“. La profundidad de su sabor se debe a la elección de la cáscara fresca de mandarina de Sicilia y Andalucía. Los demás fabricantes no logran esa profundidas y, quizás, utilizan sólo cáscara de naranja. Para su fabricación se necesitan también 27 especias y hierbas, lo que lo hace muy apreciado en su género.
BIBLIOGRAFÍA:
•libro “Aromaterapia” de Daniele Ryman.