Lo que nos proponemos hacer es ayudar a la humanidad, ayudar al ser humano a liberarse del sufrimiento, de la confusión, del conflicto, mediante una realización completa y profunda.
Esta realización no se encuentra en la egoísta expresión personal, ni en la compulsión, ni en la imitación. Tampoco se encuentra en ningún tipo de sentimientos o de creencias fantásticas, porque esta realización sólo surge a través del ser consciente y obrar adecuadamente. Únicamente a través del claro pensar y del actuar inteligente podemos cruzar esta corriente de la angustia y del dolor. Hay una realidad que debe ser comprendida y gracias a esta comprensión surge la auténtica y profunda realización.
Para obrar apropiadamente, con toda la riqueza y la belleza que esto significa, la mente tiene que ver, tiene que comprender y librarse, por la tremenda fuerza de la misma comprensión, de todo su condicionamiento, del trasfondo de la tradición, de las creencias, del hábito y del prejuicio. Todo esto impide la comprensión completa de la Vida y, por eso mismo, ocasiona confusión y sufrimiento. Hemos creado un mundo horrible y cruel y, o somos conscientes de este caos o estamos completamente adormecidos viviendo en un mundo fantástico, en una ilusión.
Pero sólo podrá haber un cambio fundamental y perdurable en esta bella Tierra, sólo podrá haber amor y una inteligente y adecuada realización cuando nosotros mismos despertemos y comencemos a liberarnos de la red de ilusiones, de las múltiples ilusiones que, a causa del temor, hemos creado respecto de la Vida y de nosotros mismos. Cuando la mente se libera de estos obstáculos, cuando existe esa consciencia y comprensión que provoca una verdadera, profunda y espontánea transformación intensa, sólo entonces pude haber una auténtica acción que transforme el mundo.
Para tener esta profunda y necesaria transformación debemos volvernos plenamente conscientes de la estructura que hemos creado respecto a nosotros mismos y en la que ahora nos hallamos presos. Valores, ideales, creencias que actúan como una red para sujetar a la mente. Y al cuestionar y comprender todo lo que significan, nos daremos cuenta de cómo han surgido a la existencia y se disolverán por sí mismos. Antes de actuar con plenitud ante la sinrazón debemos conocer la prisión en la que estamos viviendo. Cada uno debe hacerlo por sí mismo, pues se trata de un conocimiento que ninguna otra persona puede transmitírnoslo. Mediante nuestro propio despertar de la inteligencia, mediante nuestro propio sufrimiento, descubriremos la manera de obrar adecuadamente.
Cada uno de nosotros está buscando tanto objetiva como subjetivamente seguridad, poder y placer. Si somos conscientes de lo que ocurre en nosotros mismos veremos que estamos persiguiendo externa e internamente la propia seguridad, deseamos obtener poder y experimentar placer. Pero esto es un pensamiento y una acción egoísta que genera sufrimiento tanto en uno mismo como en las demás personas.
Esta búsqueda egoísta de seguridad, poder y placer se expresa por medio de la familia, que se vuelve un centro de explotación basado en la codicia. “Amor a la familia” no es nada más que afán posesivo. Si lo examinamos bien veremos que el afán, esa búsqueda, se expresa también en las divisiones de clase, en la estupidez del nacionalismo, en los odios y en los antagonismos raciales y, finalmente, en la crueldad de la guerra. Así, a causa de nuestros propios deseos egoístas, hemos creado un mundo de nacionalidades y gobiernos soberanos en conflicto, cuya función es prepararse para la guerra y forzar al ser humano a luchar contra el propio ser humano.
Asimismo, esta búsqueda de seguridad, certidumbre, poder y placer se expresa en lo que llamamos religión. Crédulamente, nos gusta pensar que estas formas organizadas de creencias llamadas religiones, han sido creadas por seres divinos. Somos nosotros mismos los que las hemos creado para nuestra propia conveniencia. Esas creencias organizadas únicamente están creadas por interés y sólo sujetan, esclavizan, separan y explotan al ser humano.
Todo este deseo se encuentra mezclado con miedo, por eso nos sometemos a quien nos ofrece algo positivo. Mientras existe en cualquiera de sus formas el deseo, el egoísmo, tiene que haber miedo, el cual sólo hace que engendrar autoridad, y de esto se derivan la sutil crueldad y la estupidez de someterse uno a la explotación. Esta explotación es tan sutil, tan refinada, que uno llega a enamorarse de ella llamándola progreso espiritual y avance hacia la perfección.
Mientras la mente se encuentra atrapada en la red de los valores falsos, no puede haber plenitud de realización. Sólo esa plenitud puede revelar la verdad, el movimiento de la vida eterna. Cuando uno ve todo esto y se libera de lo falso, sólo entonces puede haber creación del medio correcto para el conjunto de la humanidad. Cuando comenzamos a cuestionar todos estos valores despertamos la verdadera inteligencia; esta inteligencia es lo único que puede resolver los innumerables problemas humanos, y es la inteligencia lo que nos proponemos despertar en el ser humano.