“La mayor cortesía está libre de toda formalidad”
¿Has observado a la gente "educada"? No encontrarás, por lo general, gente más egoísta que ellos. Observa a una persona "educada". El modo en que habla, en que mira, el modo en que camina o cómo está de pie; se las arregla para que todo aparente ser "educado", pero en el interior el ego está manipulando.
Observa a la gente llamada humilde. Dicen que son don nadies, pero cuando lo dicen, mira en sus ojos al ego afirmándose. Es un ego muy astuto, porque si dices, "Soy alguien", todo el mundo estará en tu contra y todos intentarán ponerte en tu lugar. Si dices, "Soy un don nadie", todos se ponen de tu parte, nadie está contra ti.
La gente "educada", por lo general, es muy astuta, lista. Saben qué decir, qué hacer, de forma que puedan explotarte. Si dicen, "Soy alguien importante", todo el mundo estará en su contra. El conflicto surge porque todo el mundo piensa que él es un egoísta. De esta forma será difícil explotar a la gente porque todo el mundo estará en guardia. Si dices, "Soy un don nadie, sólo soy polvo a tus pies", se te abrirán las puertas y podrás explotarlos. Toda etiqueta, cultura, es un tipo de astucia sofisticada, y tú la estás utilizando.
Ocurrió una vez que Confucio fue a ver a Lao Tse, el Maestro de Chuang Tse. Y Confucio era la imagen de la cortesía convencional. Era el mayor manerista del mundo, el mundo no ha conocido nunca a un hombre tan centrado en los modales. El era simplemente modales, formalidad, cultura y etiqueta. Fue a ver a Lao Tse, su extremo opuesto.
Confucio era muy viejo, Lao Tse no lo era tanto. Lo correcto era que cuando Confucio entrara, Lao Tse debiera de levantarse para recibirlo. Pero permaneció sentado. Era imposible para Confucio suponer que un Maestro tan importante, conocido por todo el país por su humildad, fuera tan incorrecto. Tenía que decírselo.
Inmediatamente le dijo, "No es lo correcto. Soy mayor que tú". Lao Tse se rió en voz alta y dijo, "Nadie es más viejo que yo. Existía antes de que todo existiera. Confucio, somos de la misma edad, todo es de la misma edad. Desde la eternidad hemos venido a la existencia, por tanto no arrastres esa carga del ser viejo, siéntate".
Confucio había acudido a plantear algunas preguntas. Le dijo, "¿Cómo debería de comportarse un hombre religioso?"
Lao Tse le dijo, "Cuando el cómo aparece, no hay religión. Cómo no es una pregunta para un hombre religioso. El cómo muestra que no eres religioso, pero que deseas comportarte como un hombre religioso, por eso pides el por qué".
"¿Acaso pide un amante cómo debería amar? ¡El ama! En realidad, es después cuando uno se da cuenta de que se ha enamorado. Puede que sólo cuando el amor se haya ido sea consciente de que estaba enamorado. El simplemente ama. Sucede. Es un suceder, no un hacer".
Preguntara lo que preguntara Confucio, Lao Tse siempre respondía de forma que Confucio se sentía muy perturbado: "¡Este hombre es peligroso!".
Cuando volvió, sus discípulos le preguntaron, "¿Qué ha pasado, qué clase de hombre es ese Lao Tse?".
Confucio dijo, "No os acerquéis a él. Puede que hayáis visto serpientes peligrosas, pero nada comparado con ese hombre. Podéis haber oído de feroces leones, pero no son nada al lado de ese hombre. Ese hombre es como un dragón que camina por la tierra, que puede nadar por el mar, y puede volar a los mismos confines del cielo; muy peligroso. No es para nosotros hombrecillos; somos demasiado poco. El es peligroso, vasto como un abismo. No os acerquéis a él, pues os podéis marear y caer. Incluso yo me sentí mareado. Y no puedo comprender lo que dijo, él está más allá de toda comprensión".
Lao Tse está más allá de toda comprensión si intentas comprenderlo a través de lo formal, de otro modo él es simple. Pero para Confucio es complicado, es así imposible de entender, porque él entiende mediante sistemas, y Lao Tse no tiene ni métodos y carece de formalismos. Sin nombre, sin formalismo, vive en lo infinito.
Lao Tse estaba en lo correcto. El le estaba diciendo: "Somos de la misma edad. En realidad somos lo mismo. La misma vida que fluye en ti, fluye en mí. Ni eres superior a mí, ni yo soy superior a ti. No es cuestión de superioridad ni de inferioridad, y no es cuestión de senectud o juventud. No hay cuestión, somos uno".
Si Confucio hubiera mirado a los ojos de Lao Tse hubiera visto que esos ojos eran divinos. Pero un hombre cuyos ojos están llenos de leyes, reglas, normas, formalismos, está casi ciego, no puede ver.
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