Antiguamente, en diferentes culturas del mundo existían las Casas de la Luna, se consideraban como espacios especiales, eran espacios que se convertían en lugares sagrados donde las mujeres podían acudir para retirarse a descansar durante su período de sangrado. Actualmente, a este período se le llama regla o menstruación, y antiguamente se solía conocer como la luna. Esta palabra contenía en sí misma otra dimensión de este período por el que pasamos las mujeres.
Este espacio sagrado se convertía así en un tiempo para retirarse en el silencio, la soledad, mimarse, cuidarse, compartir con otras mujeres y ofrendar la sangre a la tierra. Cuando se estaba con la luna se consideraba estar en medicina, pues ese momento se permite sanar nuestra vida a niveles muy profundos, valorando nuestro cuerpo, honrando y respetando sus mensajes. Los mensajes del cuerpo son con frecuencia la forma que tiene el alma para atraer nuestra atención, ayudándonos a confiar en nosotras mismas y saber que podemos avanzar con naturalidad, hacia lo que nos resulta gratificante y sanador.
La luna de las mujeres guarda tantos secretos y misterios como la vida misma. Existe una fuerte y clara conexión entre la energía femenina y la atracción natural de la tierra, entender nuestra naturaleza con sus flujos y reflujos nos da la oportunidad de vivir de forma más equilibrada, nuestro cuerpo femenino desde hace milenios de años está sujeto a los ritmos naturales conectándose con las fases lunares.
En las antiguas tradiciones de los Indios de Norteamérica se observaba que cuando varias mujeres conviven con sus lunas, se alinean y todas ella viven este proceso mágico juntas, es por esa razón que las casas de la luna solían tener a todas las mujeres de la tribu. Durante 4 días las mujeres que estaban en luna se refugiaban en estas casas-retiro a conversar, dormir, soñar, mimarse, comer sano y sobre todo, a ofrendar su sangre a la tierra y rezar. Lo hermoso era que los hombres de la tribu reconocían este momento como algo divino pues la mujer era capaz de ofrendar a la madre tierra con una ofrenda de sangre de vida, compartían con la tierra su fertilidad. Los indios lo vivían como algo tan sagrado que los hombres decidieron hacer el ritual del “Sundance” o Danza del Sol, como una manera de compensar el sufrimiento de las mujeres al parir y la ofrenda de sangre que hacían las mujeres cada 28 días.
Hoy en día existen mujeres creando casas de luna para que podamos entender este proceso cíclico natural por el que todas las mujeres pasamos, donde niña o anciana se sigue siendo mujer, conectándonos con la luna del cielo que, como nosotras, pasa por 4 fases durante 28 días:
- Momento preovulatorio (luna creciente, despertando vigorosidad y dinamismo, motivación, logro, determinación).
- Ovulación (luna llena, la conexión interior irradiando hacia fuera con plenitud).
- Fase premenstrual (luna menguante consciencia para crear y destruir, dispuestas a dejar ir lo que nos hace sentirnos pesadas).
- Menstruación, momento de parar para dejarse ir a lo profundo de lo profundo, esta energía de luna nueva nos conecta con nuestra verdadera sabiduría, dejándote guiar por tus sueños e intuiciones, y así comienza la nueva espiral en la vida de la mujer.
Al pasar por estos retiros de luna se entiende mejor el poder que tiene ese momento en nuestras vidas y cómo de sentirnos enfermas, nos sentimos en un momento sanador de medicina y fuerza, despertando los arquetipos de la diosa de la energía femenina. (Diosa de la destrucción y construcción, diosa Venus, diosa de la compasión, diosa iniciadora, diosa alquimista, diosa primordial, diosa de la muerte, diosa tejedora, diosa sacerdotisa, diosa madre).
Por supuesto, todo ello no es la solución mágica para problemas personales, ni de los demás, pues esto nos enfrenta a desafíos cada vez mayores a medida que avanzamos y profundizamos en nuestro camino del alma
Otra forma de darnos cuenta, tomar conciencia, de la enorme fuerza transformadora femenina del amor incondicional que hombres y mujeres llevan dentro, para caminar hacia el interior de nuestro conocimiento y que un gran cambio y sanación tenga lugar.
Autor: Ana González Centro aiterra