La magia que se refleja en el cielo al momento de admirarlos deja una huella energética muy profunda en nuestro ser, la cual irá nutriendo nuestra alma y espíritu para ayudarnos a sentir más y a llenarnos de Amor
Existen en nuestro mundo muchas maravillas que en ocasiones pasan desapercibidas. Una de ellas es el regalo hermosos que la Madre Tierra nos da día a día, ese espectáculo que ofrece con cada atardecer.
La magia de la naturaleza se ve reflejada en cada pincelada del Sol al ocultarse, momento en que se crea una magia de colores y belleza que es imposible de poder reproducir en una foto o de describir con palabras.
Aun así, usaré las palabras para poder hablar de los beneficios que todos obtenemos con el sólo hecho de poder dedicar 5 minutos a admirar este espectáculo.
Y es que la magia que se refleja en el cielo al momento de admirarla, deja una huella energética tan profunda en nuestro ser que, si sabemos sentirla y dirigirla hacia lo que más necesitemos, estaremos creando un enorme bienestar a nuestro alrededor.
El ocaso del Sol es el momento en el cual la energía del día empieza a dar paso a la energía de la noche, por lo tanto nuestros cuerpos empiezan automáticamente a cambiar de estado: de uno más alerta, a uno más relajado.
Por ello, en ese momento es necesario dar un poco de tiempo a que nuestro cuerpo reciba esta transición de la forma más bella, admirando un atardecer y dejando que nuestros ojos lleven el mensaje a cada rincón de nuestro cuerpo, un mensaje de Amor y Belleza.
Una puerta al universo
Para algunos de nuestros antepasados los atardeceres eran un momento sagrado del día en el cual se despedía a la energía Luz y se daba la bienvenida a las estrellas y al Universo.
Un ser muy sabio y lleno de Amor, me dijo alguna vez que el atardecer era el momento en el que Papá Sol nos abría las puertas del cielo para que pudiéramos mirar hacia él y, así, admirar la belleza de la Luna, las estrellas, lo cual nos llevaría a recordar lo inmenso que es Dios y nosotros mismos al haber sido creados por Él.
Estas palabras sin duda alguna dejaron una profunda huella en mí y me hizo descubrir que en realidad cada atardecer es la oportunidad de presenciar justo el momento en el que el Sol, al ocultarse, nos abre las puertas del cielo y deja escapar los destellos y colores de Dios para abrir paso a la noche.
En ese momento se nos da la oportunidad de maravillarnos con nuestro universo, además de que es cuando el Sol nos deja una energía tan especial y única que únicamente a través de la admiración hacia el atardecer podemos valorar y entender.
Cada espectáculo que nuestro mundo y su naturaleza nos regala es capaz de mover tanto en nuestros corazones y en nuestra energía, que no debemos dejar escapar esas oportunidades para aprender a valorar más nuestro entorno y nuestra propia naturaleza como humanos.
Recordemos que nosotros venimos y somos creación de eso mismo que ha creado tales espectáculos, por lo tanto somos igual de bellos y debemos procurar que esa belleza salga de nuestro ser de la forma más hermosa, que es dando Amor a lo demás y a los demás.
Minutos de inmensa conexión
El valorar por 5 minutos nuestros atardeceres nos da la oportunidad de tener un momento con lo que nos rodea, con nosotros mismos. Así, estaremos ayudando a nuestro cuerpo, el cual a través de nuestros ojos recibirá el mensaje más bello que sólo puede ser transmitido con sensaciones y emociones, mas no con palabras.
En esos minutos esta energía inmensamente bella generada en nuestro ser, irá poco a poco nutriendo nuestra alma y nuestro espíritu para ayudarnos a sentir más y a llenar con Amor, esos huecos de oscuridad, tristeza o enojo que tanto nos afectan físicamente, mentalmente y espiritualmente.
Por más utópico que esto pueda sonar, es una realidad, y para comprobarlo lo único que necesitamos es sentarnos 5 minutos en cada atardecer de nuestra ciudad y disfrutarlos al máximo. Nada se puede perder, y sí hay muchísimo que se puede ganar…
Flora Rocha
Fundación Sabiduría del Corazón
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