El paraíso es de aquellos que han aprendido a vivir en amor, armonía, convivencia, respeto y todo lo que es indispensable para llegar a ser la semejanza y orgullo de Dios
El paraíso que tanto anhelamos está en nuestras manos, en nuestras actitudes o en nuestra forma de conducirnos en la vida.
Lo que nunca debemos de olvidar es que nosotros somos los únicos que podemos hacer de nuestro mundo un paraíso.
El paraíso es de aquellos que han aprendido a vivir en amor, armonía, convivencia, respeto y todo lo que es indispensable para llegar a ser la semejanza y orgullo de Dios.
Equivocadamente muchos pensamos que al morir llegaremos al paraíso si es que hemos hecho buenos actos, pero nuestra verdadera misión es hacer ese paraíso aquí, en el lugar donde vivimos.
Una de nuestras misiones en este lugar es construir ese paraíso aquí, formar con nuestro amor y voluntad el paraíso de transformar nuestras vidas.
A otros mundos, ubicados en otros niveles, se les puede considerar como paraísos, pero no por el lugar donde se encuentran, sino por sus habitantes.
Ellos son los responsables de que esos lugares sean perfectos, que sean fuentes de energía y amor.
Todo esto lo han logrado gracias a la hermandad que generan y promueven.
La hermandad, un camino al universo
La hermandad es un punto muy importante para lograr una mejor comunicación y compenetración con cada uno de nuestros compañeros de este mundo.
Es trascendental hermanarnos con todos los habitantes de esta Tierra y, sobre todo, con los cuatro elementos, para que al unirnos con ellos podamos combinarnos con sus energías y tener más fuerza.
Mediante esta unión lograremos purificar nuestra energía y nuestros cuerpos, sentiremos un cambio o limpieza de energía que transformará nuestra forma de sentir.
Buscamos lo mismo
Otra de las formas de hermanarnos es sensibilizarnos ante lo que se encuentra a nuestro alrededor, pensar en lo que anhelamos y saber que eso mismo que buscamos también lo quiere otra persona que cruza a nuestro paso.
Igualmente, lo mismo que sufrimos ante lo desagradable, lo siente cualquier otro. Entonces, ¿por qué ese egoísmo si todos buscamos lo mismo?
Todos vamos tras la felicidad, hasta las personas que cometen algún delito andan buscando la manera de ser feliz y su bienestar, aunque caen en el mal al dañar a otros.
Debemos de intentar dar amor no sólo a quienes nos aman, sino también a los que nos tratan mal, ya que son los más necesitados.
Dar este tipo de amor nos llevará por el camino de la felicidad, no de la personal, sino de la verdadera felicidad de hermandad.
Es real y posible
Podemos pensar que un cambio tan grande es imposible, pero no lo es, cualquier cosa que sintamos de corazón por más irreal que parezca no lo es.
Si siglos atrás alguien hubiera hablado de las imágenes que se mueven en una caja, en este caso la televisión, nadie lo habría creído posible y ahora es una realidad porque alguien creyó que podía serlo.
Con esto podemos tener la seguridad de que lograremos hacer cualquier cosa que nos propongamos y ¿qué tan difícil puede ser dar amor y, por consiguiente, recibirlo?
Para convertir este mundo en un paraíso de hermandad no tenemos que ir a la universidad ni utilizar cálculos, ni siquiera dedicarle un tiempo especial; tan sólo debemos encaminar nuestra vida hacia la felicidad.
Debemos avanzar junto con todos lo que también buscan ser felices, ya todos tenemos el amor dentro, sólo falta hacerlo salir de su encierro y dejarlo ser libre.
Así, al igual que una mariposa irá a posarse en cada una de las hermosas flores de Dios que somos nosotros.
Flora Rocha
Fundación Sabiduría del Corazón
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