Cuando un hombre y una mujer salen de sus islas y se encuentran en un punto del trayecto entre ambas, crean un vínculo. Más que eso, crean un mundo.
Imaginemos un hombre que nace y muere solo en una isla desierta. Imaginemos una mujer en las mismas condiciones. Si fueran los únicos seres vivientes, una vez concluidas sus vidas no habría historia, ni memoria. Desde la perspectiva humana, quedaría un planeta vacío. Y no habría nada más para contar. Tampoco habría quien lo cuente.
Cuando ese hombre y esa mujer salen de sus islas y se encuentran en un punto del trayecto entre ambas, crean un vínculo. Más que eso: crean un mundo, inician la historia de ese mundo. La pareja es un vínculo fundacional, todos los demás derivan del mismo. No es fundacional sólo desde lo biológico, porque sin procreación nos extinguimos. Sigue siendo fundacional aun cuando no dé lugar a la propagación de nuestra especie.
Una pareja humana puede resultar fecunda de muchas maneras, porque precisamente lo que nos hace humanos es trascender nuestra mera base biológica, elevarnos como seres espirituales. Espiritualidad no es aquí sinónimo de religión. Somos espirituales los creyentes y los no creyentes, vamos más allá de nuestras vidas vegetativas.
La pareja fundacional concentra y condensa la matriz de las relaciones humanas. En ningún otro espacio como en ella dos personas quedan desnudas (aunque se tapen y disfracen de mil maneras) y “condenadas” a vincularse, del modo más maravilloso, amoroso, empático, trascendente, creativo y nutricio o de la manera más perversa, psicopática, manipuladora, egoísta, utilitaria y estéril. Con nadie más cada una de ellas podrá experimentar, como primicia y en entero ejercicio de su responsabilidad, la certeza del amor del modo en que este lazo lo permite. En ningún otro vínculo el ejercicio amoroso es el resultado de una elección efectuada en absoluta paridad, en igualdad de condiciones, de tú a tú.
El amor de los padres hacia los hijos es (en toda su riqueza y trascendencia) el amor de alguien que creó al otro. El amor de los hijos a los padres es, en el inicio (y mientras la actitud de los padres abone el vínculo) el amor de alguien hacia quien lo creó y de quien necesita para sobrevivir. Existe el amor de la amistad, único y especial, pero está a salvo de convivencia y proyectos comunes. Las parejas que honran al amor con su modo de convivir, mejoran el mundo.
(Fragmento del libro “Sanar la Pareja” Ediciones B)