Ser útil es ser servible. No somos súper héroes, no tenemos poderes especiales, no podemos hacer todo cuánto quisiéramos. Sin embargo podemos hacer algo y ser personas útiles en el mundo en que vivimos. Ser útil en este caso no se mide por la cantidad de cosas que podamos hacer, sino más bien por el número de vidas o de corazones que hayamos impactado o tocado con nuestros actos.
Si todos los días hacemos el bien aunque sea a las personas con las cuales convivimos, trabajamos o nos pasan por el lado, eso a su vez se puede multiplicar. Tal vez una anciana esté necesitando que alguien la lleve al supermercado, quizás un niño requiera que alguien le dedique una hora de su tiempo para jugar o enseñarle algo. Quizás una mujer o un hombre necesiten una frase alentadora que les recuerde que ellos valen la pena, y que aunque las cosas parezcan al presente un poco difíciles, con el tiempo mejorarán.
Quizás debas caminar la milla extra y acomodar en tu agenda un tiempo en el que te olvides de ti mismo y compartas y seas útil para otros. Porque lo que en un momento das, en algún momento lo recibirás en amor, fe, bendiciones, salud, vida. Podemos hacernos casi inmortales en el recuerdo de una persona a la que le hayamos ayudado en un momento clave de su vida. Haz el bien y no mires a quien, no pienses en si se lo merece o no. Simplemente hazlo por tu conciencia y corazón, porque en tu naturaleza has decidido ser una persona que sirva para algo a los demás.
Sé que no siempre es fácil, hay personas que no parecen merecer ni necesitar nada, pero a veces esos son los que tienen más carencias en sus vidas. Tal vez tú amigo o amiga, un familiar cercano o lejano, hoy se encuentre apesadumbrado, sin ánimo, ni esperanza. Quizás no tenga ni siquiera qué comer y por dignidad no haya pedido auxilio.
Tú puedes ser el instrumento que Dios utilice para bendecir a una vida, no cierres tu corazón, ábrelo de par en par y deja que fluya el amor
Autora: Brendaliz Avilés