Se trata de un tipo de experiencias en las que la persona que las vive observa toda una fenomenología típica, en cuanto a la serie de coincidencias que se dan en la gran mayoría de ellas e independientemente del lugar, estatus social o cultural, edad, religión o cualquier otro tipo de condicionante del sujeto.
Veamos en qué consiste esa fenomenología. En primer lugar hay que decir que estas experiencias se dan en personas que, por uno u otro motivo, sufren lo que se denomina una "casi muerte", osea, todos los condicionantes típicos de una muerte clínica, pero sin que esta llegue a consumarse realmente.
Podríamos citar como ejemplos el de aquel que tiene un accidente automovilístico y parece que ha fallecido, pero conserva todavía un halo de vida; o el de aquella otra persona que sufre un infarto y ofrece los mismos síntomas. Existen infinidad de casos más, pero basten estos para muestra.
Como hemos dicho, la experiencia viene a ser parecida en casi todos ellos, con alguna variación. Una E.C.M. típica sería así: Una vez se han dado las circunstancias del accidente, el paro cardiaco o cualquier otro motivo inicial, las personas que rodean al sujeto llevan a cabo todo tipo de intentos para recuperar las constantes vitales del mismo. Tanto si se encuentra en el lugar del suceso -en caso de accidente-, como si se halla en un recinto cerrado (hospital, hogar, etc.), alrededor de la persona se sucede el drama lógico de estos casos: la familia, los amigos, la gente que intenta ayudar, las ayudas sanitarias, etc, rodean el cuerpo en un loco afán por reanimar al paciente. Mientras tanto, para éste ya ha comenzado su aventura.
El sujeto de la experiencia no comprende gran cosa. De pronto se ve saliendo de su cuerpo físico y situándose por encima de la escena descrita anteriormente. Mira hacia abajo y ve su cuerpo rodeado de la gente que intenta recuperarlo sin conseguirlo. Todo es inútil. Se empieza a dar cuenta de la situación y observa como tristemente las personas que luchan por su vida se apartan de su cuerpo entendiendo que ha fallecido. Y es que así lo parece realmente; incluso el electroencefalograma -E.E.G.- resulta plano, dando a entender el deceso de nuestro amigo.
Él quiere consolarlos, le gustaría gritarles que se encuentra bien y que está allí, con ellos, pero no puede. Se siente muy a gusto, sin dolor alguno, aunque totalmente perplejo ante su nueva situación... ¡parece mentira pero está muerto!... es increíble, no lo acaba de asimilar.
De pronto siente una gran fuerza que es como si tirase de él hacia atrás. Nota como su cuerpo -por llamarle de algún modo- se proyecta hacia una especie de túnel, atraído por esa fuerza que lo arrastra. Es como una especie de túnel circular. Es inmenso y algo oscuro. Al fondo comienza a vislumbrarse un potente luz que se hace más grande a cada momento. En el transcurso del viaje, intuye o presiente la presencia de algo o de alguien que le observa y le proyecta tranquilidad y paz; puede tratarse de una o varias presencias, más o menos reconocibles para la persona.
La luz se va haciendo más grande y próxima. La persona se siente muy bien, tranquila y con una gran sensación de paz, aunque, eso si, algo inquieta también. La ansiedad termina y el cuerpo llega al extremo del túnel. La sensación que siente entonces es indescriptible: es como si se encontrase en el séptimo cielo. Todo lo que le rodea es luz, una maravillosa luz que todo lo envuelve y que le cubre infundiéndole una seguridad, un amor y una alegría que no puede expresar con palabras. En esos momentos incluso ha olvidado prácticamente toda su vida física anterior, incluida la angustia que sentía hacía pocos momentos ante la desesperación de los que intentaban evitar su muerte.
Pero no todo es dicha en este mundo, y se ve que tampoco en el otro. Al cabo de unos instantes observa como delante de él se sitúa una especie de pantalla panorámica y, en cuestión de décimas de segundo, toda su vida recién terminada pasa ante sus ojos. Y no precisamente en modo resumido; toda su vida al completo, incluyendo hasta los detalles más banales, pequeños y olvidados. En esos momentos, la persona siente como si él mismo estuviese juzgando de alguna manera sus propios actos, y se da cuenta además de que otorga mucha menos importancia a las acciones que en vida consideraba dignas de premio y de que, por el contrario, se fija más en todo aquello que hubiese preferido no revisar. De todos modos no se siente observado y reprobado; se trata más bien de una sensación de autoexámen interior para ayudarle a sacar unas conclusiones sobre su existencia anterior. La pantalla se retira y vuelve a encontrarse rodeado de esa luz que se extiende hasta el infinito. Llega un momento en el que siente la presencia de una gran energía, de algo superior a él, que le observa amorosamente y con quien quiere comunicarse, pero justo cuando se dispone a hacerlo o ha empezado, nota de nuevo una fuerza parecida a la que le había llevado allí y que le arrastra suavemente hacia atrás. La persona intenta luchar de algún modo contra aquella atracción que intenta sacarle de aquel maravilloso paraíso de amor, pero todo es en vano. La fuerza que tira de él le lleva de nuevo hacia el túnel por el que vino y el viaje de retorno comienza. El sujeto de la experiencia se siente desolado, porque empieza a comprender lo que sucede: no puede quedarse porque parece ser que no ha llegado su momento, que ha habido algún error y que su vida debe continuar en la Tierra.
Así pués, tras su paso de nuevo por el túnel de vuelta, observa como regresa al lugar de donde había partido, al mismo sitio en que había dejado su cuerpo físico al comenzar. Y de alguna manera se proyecta hacia su interior. Ese es el momento en el que normalmente abre los ojos y despierta, provocando la sorpresa mayúscula de todos los que le rodean, que no pueden dar crédito a lo que están viendo. Las funciones vitales vuelven a animar el desahuciado cuerpo y el alboroto y el regocijo toman al asalto el lugar
Testimonios
GRIGORIEVICH RODONAIA
El georgiano Grigorievich Rodonaia fue atropellado y dado de por muerto. Lo llevaron a la morgue, en donde permaneció hasta que se le practicara la autopsia. Tres días después cuando el forense comenzó a trabajar con el escapelo, Rodonaia abrió los ojos. El médico los cerró y continuo su trabajo, pero los parpados se abrieron nuevamente. Rodonaia estaba vivo. Sin dudas es un hecho sorprendente, pero no tanto como la historia que relató más tarde la victima. Mientras estuvo "muerto" fue arrastrado a un mundo de luz sin leyes físicas. Viajaba alrededor del mundo y a través del tiempo, veía a través de las paredes y leía la mente de las personas.
ELSA BALLESTEROS
El 15 de mayo de 1971, ingresa a la clínica San Blas de Caracas, victima de un accidente automovilístico, la joven Elsa Ballestero de 21 años, la misma se encontraba en un cuadro realmente delicado, fracturas de cráneo, clavícula y en tres partes el fémur, inmediatamente fue sometida a una intervención quirúrgica. A los diez minutos de comenzada la operación, sufre un paro cardiorrespiratorio que le produce la muerte, los médicos intentan por todos los medios posibles hacerla reaccionar con masajes directos al corazón y respiración boca a boca. Este esfuerzo extremo, que dura 2 minutos da sus frutos, recuperan a la joven que finalmente fue operada con bastante éxito. Una semana después de ocurrido el accidente, Elsa recupera el conocimiento y muestra síntomas de mejoría, pasan los días y recupera el habla. Una semana después pide hablar con él medico que la atendió en el quirófano para contarle algo que no podía sacarse de su cabeza. Elsa comento al medico que un momento dado comenzó a sentirse muy aliviada de los dolores del cuerpo, hasta llegar al punto de sentir placer, en ese momento vio al equipo de médicos atendiendo a un cuerpo realmente lastimado; describió exactamente como estaban vestidos en el quirófano y el número de médicos y enfermeros que llegaba a ocho; de pronto y como si fuera una película en blanco y negro paso a gran velocidad lo que le pareció, fueron los momentos más alegres de su vida; cuenta Elsa que hasta ese entonces no entendía nada, luego de esto pudo ver a lo lejos una luz muy potente junto al sonido de algo que parecía música pero que no podía describir, la única intención era la de ir hacia ella, "era como si un gran imán me empujara hacia ella". Pero al estar apunto de tocarla, una horrible sensación de tristeza y melancolía la rodeo y pudo ver que la persona que estaba siendo atendida en el quirófano era ella, comenzó a sentir nuevamente un dolor intenso y gran desesperación. Eso fue lo último que recuerda de ese momento. Elsa Ballesteros, se recupero tras un año de rehabilitación y cuidados, siempre recordó el incidente hasta su muerte el 15 de mayo de 1989, justo la misma fecha de su accidente 18 años después