El temor es una emoción dolorosa, excitada por la proximidad de un peligro, real o imaginario, y acompañada por un vivo deseo de evitarlo y de escapar de la amenaza.
Los temores que brotan de nuestro interior pueden tener varios grados que pueden ir desde la simple timidez, la alarma, el miedo, el terror y desembocar en el más absoluto pánico.
En casi todas las motivaciones humanas subyace algún tipo de temor que frena y condiciona nuestros actos.
Este hecho ha sido largamente conocido y aprovechado, a través de los tiempos, por algunos hombres para ejercer el dominio de unos sobre otros.
Un ejemplo son las doctrinas religiosas, con múltiples prohibiciones y reglas que de no ser cumplidas seremos castigados, olvidados, en cierto modo nos hacen “temer” ya que si no nos ceñimos al guión que nos mandan tendremos y veremos las consecuencias en nuestras vidas.
El problema es que el hombre teme en exceso. Teme por su propia vida, por su buen nombre y posición, por su familia y posesiones.
A medida que adquiere bienes, fama y poder, adquiere también el temor a perderlos y eso conlleva la constante preocupación de velar por su salvaguardia, lo que le convierte en víctima de su propia ambición.
Quien posee, teme. Esta es una debilidad común, en distintos grados, a todos los hombres.
Existe otro tipo muy común de temor que es imaginario o “irracional”. Es un miedo irreal que constituye un grave problema para el individuo y, muy a menudo, se convierte en el factor que predispone para que la desgracia imaginaria que uno teme, se produzca realmente.
Como puede ser tener aprensión a la hora de conducir, ese miedo puede provocar en muchos casos que tengamos un accidente. También se puede haber estudiado para un examen y los nervios nos hacen caer en las dudas de no superar la prueba, merman nuestra confianza y no nos deja sacar provecho de nuestro estudio, es un temor muy común por desgracia, que puede marcar nuestras vidas.
Algunos de estos temores antinaturales se denominan fobias. Quienes los padecen no se ven amenazados por ninguna causa objetiva y próxima y, sin embargo, son incapaces de liberarse de sus sentimientos negativos.
Para conquistar el temor es preciso, en primer lugar, enfrentarse a él. El hombre teme más a lo que desconoce. Si una persona siente miedo de hablar a otra, debe mirarle descaradamente al rostro. Su temor se desvanecerá.
Quien sea cobarde, ha de poner semillas de valor en su corazón. Lo positivo siempre se impone a lo negativo. Concentrándose en la cualidad opuesta, el temor finalizará por desaparecer.
La introspección es también de una gran ayuda. Si uno se sienta tranquilamente y reflexiona, los temores imaginarios se desvanecen.
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