La infelicidad tiene sus padrinos. No hay nada más negativo que los sentimientos de egoísmo, culpabilidad, rigidez, apatía, deslealtad y desconfianza, pero hay uno que nos desgasta mucho más, sobre todo en estos tiempos de cambio e inestabilidad: la preocupación.
Todos sentimos temores y preocupaciones innecesarias que nos atormentan: la posibilidad de morir de una enfermedad incurable, un accidente de avión, perder nuestro trabajo, una guerra nuclear, un terremoto, las cuentas por pagar, o, simplemente, arreglar los papeles que siguen pendientes encima de nuestro escritorio. Podemos pasarnos el resto de nuestras vidas preocupados y angustiados por lo que imaginamos que sucederá, pero lejos de mejorar las cosas acabaremos con nuestra tranquilidad y la eficacia que necesitamos en la actividad diaria, pues la preocupación sólo nos paraliza.
Para soltar las preocupaciones
El mejor antíodoto es la acción
No pienses tanto, atrévete a enfrentar con valentía la situación que te preocupa; ésta es la mejor manera para minimizar el temor.
¿Qué es lo peor que puede ocurrir?
Piénsalo, asúmelo y resuélvelo mentalmente. Recuerda la oración de San Francisco de Asís: “Si está en tus manos hacer algo para solucionarlo ponte a trabajar inmediatamente, y si no puedes hacer nada, acéptalo y suéltalo”.
Busca tu almohadita
Haz como una de mis hijas cuando era bebé: cada vez que tenía miedo buscaba la almohadita que le daba seguridad. En tu caso puede ser la compañía de un buen amigo, escuchar música, comerte un helado… no importa lo tonto que te parezca, úsalo para tranquilizarte. ¡No te pongas más presión!
Reserva tiempo para mortificarte
Tómate diez minutos en la mañana y otros diez en la tarde para mortificarte por todo lo negativo que puedas imaginar, para amargarte con los más negros pensamientos… pero eso sí, una vez terminado ese tiempo cambia la cinta y dedícate a hacer lo que tengas que hacer con optimismo y entusiasmo. Cada vez el tiempo será más corto hasta que ya no sea necesario.
Haz ejercicio al aire libre
No hay nada mejor para despejar la cabeza que hacer un poco de ejercicio. Una buena caminata, subir una colina o ir a disfrutar de la playa es suficiente para desintoxicar la mente y renovar nuestro espíritu.
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