Cuando conocemos a una potencial pareja, el punto inicial en el que nos fijamos suele ser la atracción sexual, la que provoca reacciones biológicas, alteraciones nerviosas y cambios en el ritmo cardíaco.
Sin embargo, lo que pocos saben es que el deseo está mediatizado por ciertas características psicológicas y experiencias personales que condicionan estos criterios que utilizamos para elegir a una pareja
El carácter: un factor considerable
No es posible pronosticar el éxito o fracaso de una relación desde su inicio, tomando en cuenta que las personas nos comportamos inconscientemente de una forma distinta a cómo somos realmente cuando estamos en pareja.
Pese a esto, es posible pronosticar la gravedad de los conflictos en la relación en función al carácter de la pareja. En este sentido existen cuatro tipos básicos de persona sobre las que basamos nuestra elección:
Asertivo: Suelen exponer sus ideas con claridad. Con ellos los problemas se solucionan fácilmente y son compatibles con cualquier persona.
Agresivo: Ellos siempre tienen razón y tan sólo funcionan si se unen a personas dialogantes o agresivas como ellas. Suelen haber peleas habituales, pero saben encontrar la solución.
Sumiso: Son personas acomplejadas que suelen aceptar lo que su pareja dice. Cuando se juntan con personas agresivas su personalidad es anulada.
Agresivo-pasivo: Son los más conflictivos. No dicen lo que quieren, pero suelen exigir que su pareja lo sepa. Identifican este desconocimiento con la falta de amor y el desinterés.
Polos opuestos, un arma de doble filo
Muchas personas argumentan que es bueno buscar una pareja que tenga un carácter muy distinto al propio para complementarse. Esto es conocido como relaciones de compensación, las que en algunas ocasiones tienen un resultado difícil debido a que están basadas en la dependencia.
Las relaciones de compensación en un principio son grantificantes para la persona que tiene un carácter más débil, pues su compañero resuelve todos los problemas. Con el paso del tiempo, esta persona aprende a ser más fuerte y deja de depender de su pareja y la relación se rompe.
También existe la posibilidad de que la relación de dependencia sea cada vez mayor, con lo que el sumiso vivirá para la relación y tendrá miedo de que esta se rompa. Asimismo, el dominador sentirá como una carga de que la otra persona dependa de él. Ninguno de los dos disfrutará de la relación.
Dos de los errores más comunes
"Tropezar dos veces con la misma piedra" o iniciar relaciones que están destinadas al fracaso, parecen ser desaciertos que solemos cometer a la hora de escoger una pareja, pero existen otros que son mucho más usuales de lo que creemos:
1. Vincularnos demasiado jóvenes a una persona es un error común. Esto puede provocar que evolucionemos de forma distinta y que la relación no funcione al tener intereses y valores distintos. Al cometer este error, nos formamos una imagen ficticia de la persona que tenemos al lado, pues estereotipamos con poca información.
2. No hacemos suficientes preguntas, preferimos ocuparnos de las cosas positivas y de las razones que nos permiten amar a una persona y no analizar las cosas o puntos que nos separan o que no nos gustan. Por miedo a que la relación no funcione, transigimos prematuramente creando una falsa sensación de armonía, auto-engañándonos.
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