Observo cada día y poniendo a prueba mi comprensión sobre el diferente estado de evolución espiritual de los seres humanos, la asombrosa apatía de algunas personas sobre los asuntos espirituales, que dan cuenta de las razones por las cuales atravesamos los más difíciles momentos del sufrimiento humano.
Cuando estamos vacíos espiritualmente, cuando nuestra vida la satisfacen los éxitos, el dinero, las apariencias, la capacidad de llenarse a costa de los otros, cuando la apariencia física y los adornos priman y cuando se llega hasta a negar la existencia de Dios, se abren fisuras que proporcionan la oportunidad al propio ser, de llenarse de trastornos tales como la violencia, los vicios, la maldad, el egoísmo, los desórdenes sexuales, y una larga lista de calamidades actuales.
La importancia que se le da a nuestra existencia, nuestro valor como seres humanos, el reconocimiento del Ser Interior que como chispa de vida divina permite que atravesemos esta vida carnal, para engrandecernos como espíritus o almas, es lo que marcará nuestra buena o mala experiencia de vida, aquí y ahora. Por eso la importancia de la Educación Espiritual, no importando a qué religión pertenezca cada uno, y no en el sentido de leer y tratar de aplicar al pie de la letra, importantes textos de corte espiritual que fueron escritos en un lenguaje propicio para épocas remotas y que sólo podremos aplicar en la época actual si se les da la debida interpretación.
En esto de la Educación Espiritual debe prevalecer la aplicación del AMOR. El amor en la pareja, el amor a nuestros semejantes, el amor a nuestro entorno ambiental, el amor en todas sus manifestaciones, que elevará las vibraciones de nuestro pensamiento, afectando absolutamente todas las manifestaciones de nuestra vida. Debe prevalecer también el firme propósito de eliminar los pensamientos de odio, chismografía, rabia, ira y los vicios y desviaciones sexuales.
Al elevar el pensamiento elevamos nuestras vibraciones y estas se irradian hacia los demás en bienestar, afecto, comprensión, ternura. Hasta nuestros ojos dicen si el pensamiento es limpio, y si es verdad que los ojos son el espejo del alma, entonces la fuente de donde provienen nuestros pensamientos es el Alma. Seguramente que todos hemos experimentado una mirada de amor, de ternura de confianza, pero también, y piensen ahora en la diferencia, una mirada de reproche, de juzgamiento, de incomprensión. Tanto las unas como las otras provienen de nuestro Espíritu y solo se transforman con el pensamiento.
Me viene ahora al pensamiento una frase escuchada, una noche de sueño, en esos momentos cuando regresamos en Espíritu a nuestro verdadero Hogar, el primitivo, el del Espíritu, el de Siempre, a donde llegaremos después de aquí: "Mientras la gente aprende como se ama, necesita un patrón de comportamiento". Me parece un mensaje totalmente válido interpretándolo como que podemos aprender de los seres de mayor evolución espiritual y escuchando nuestra propia intuición, que nos dictará la manera correcta de relacionarnos con nuestros hermanos de la Tierra y con nuestra propia esencia.
Nuestro principal compromiso es con nuestro crecimiento espiritual, pues éste redundará en beneficio universal. Al no cultivar la educación espiritual estamos dando la oportunidad a que sean fuerzas funestas como el racismo, la intolerancia, la ambición, el rencor, el odio, las que gobiernen nuestra existencia.
Patricia Maradei