En el interior de nuestro ser, íntimamente, podemos conocer la respuesta. Quizás no de forma matemática ni siguiendo la limitada metodología científica ni otro tipo de preconceptos.
Pero si asumimos que ya poseemos implícitamente toda la información y que no es absolutamente necesaria una búsqueda exterior o una confirmación de la autoridad competente para vivir plenamente una vida, podemos dirigir nuestro espíritu y energía hacia la realización de nuestro verdadero ser.
Cuando la mente y el cuerpo se unifican, el organismo gana en orden y coherencia, exportando entropía y desorden al entorno.
Cuando la actividad mental se armoniza con la actividad corporal, cada una de las células de nuestro cuerpo hacen esta lectura, al unísono, instantáneamente, así la orquesta puede ejecutar su música en forma armónica y con ritmo, generando una vibración saludable y feliz.
Al océano cósmico de potencialidad infinita se llega calmando la mente y trascendiendo los conceptos y la percepción ordinaria de los sentidos.
Es así que podemos acceder a la fuente original de energía e información, que se encuentra exactamente donde estamos en este momento, aquí y ahora.
Es como un juego entre el campo invisible e insustancial y la materia visible, y también insustancial (aunque esto último sea difícil de digerir para seres densos y materiales como en general nos consideramos, viviendo en mundos lógicos, concretos y de estrecha percepción).
La acción del cuerpo genera una reacción por parte del campo y viceversa.
Cuando te unificas, tu ser gana en orden y coherencia a expensas del medio (el campo). Cuando te desorganizas, es decir, mente y cuerpo funcionando separados, es el medio el que tiende a organizarse a expensas de tu pérdida de coherencia y unidad. En este caso importas o adquieres desorden (desorganización).
La educación convencional nos prepara para ser buenos ciudadanos de un mundo sólido y real, de valores abstractos y arbitrarios, alejados de la realidad del verdadero ser, y olvidando al ser biológico.
Estamos condicionados a creer y a identificarnos con el exterior a expensas de no creer en si mismo. Para muchos, incluso la opinión de los demás vale más que la propia.
Quizás por eso hoy en día la imagen (o el reflejo) es tan importante.
Es el exterior que controla al interior.
En parte esto nos viene en el paquete genético que heredamos, es información de épocas ancestrales donde había que luchar por la supervivencia y la adaptación a un medio hostil y desconocido. Aunque también esta característica es utilizada para controlar a las “masas”.
Es evidente que el sistema dominante, basado en la especulación, la mentira y el consumo, no quiere (consciente e inconscientemente) individuos libres y equilibrados, y esta no es una reflexión política: una persona así no consume cualquier cosa, no sigue al “rebaño” (esta es una imagen presentada por la religión cristiana: el pastor y sus ovejas) y es completamente solidaria y ecológica. De manera natural y espontánea.
¿Cómo se controla a una persona libre e inteligente?
Respuesta: alienándola y quitándole la libertad.
Cuando ganas en coherencia, la información y la energía se procesan de manera eficaz y accedes a un nivel superior de conciencia, más libre, inteligente y compasiva.
Lo contrario, es la sociedad como la conocemos, plagada de individuos perdidos, manipulados y propensos a enfermedades y otros desequilibrios.
El egoísmo, es el culto a este ser ignorante, aislado y confundido. Ignorante de su verdadera naturaleza, lo que lo conduce al aislamiento y a la mentira, finalizando en la confusión y el sufrimiento.
A esta imagen de baja dimensión (o dimensión ordinaria) se la compara con la oscuridad.
El estado opuesto es la luz del autoconocimiento, que aporta claridad y sabiduría y nos permite vivir una vida normal, expansiva y conectada con el universo entero.
http://budacuantico.blogspot.com.es/un beso y una linda sonrisa