Túmbate en un lugar cómodo y procura que no te molesten, durante unos minutos.
Cierra los ojos y respira profundamente tres veces.
Sé consciente de que estás aquí tumbado.
Siente tu cuerpo y tu respiración.
Escucha tus pensamientos y déjalos pasar.
Sea lo que sea lo que te preocupa, ahora mismo no tiene poder.
Tú eres el guardián de tu mente y de lo que decides creer o pensar en este momento.
Y este momento es único y especial.
Imagina que te levantas de la cama y que abres la ventana o el balcón de la habitación.
Sin ningún esfuerzo, visualiza como te conviertes en un pequeño pájaro azul.
Estás en el borde de la ventana y sientes el viento.
Es media tarde y al levantar la cabeza, puedes ver que estás enfrente del mar.
Hueles el aroma de las olas y de los peces.
Sientes un cosquilleo dentro de ti y entonces abres tus alas y comienzas a volar.
Observa como otros de tu especie, revolotean a tu alrededor.
Tú te diriges al mar. Allí hay muchas gaviotas sobrevolando las olas, intentando pescar.
Nota el aire en tu cuerpo.
Estás muy tranquila y muy feliz.
Ya no hay pensamientos y puedes respirar mucho mejor.
Estás muy cerca del agua del mar.
Cierra los ojos mientras vuelas bajo.
Repite para ti: “Tranquilo. Todo va a salir bien. Todo está bien. Eres maravilloso”.
Cuando lo desees, regresa a la ventana de tu habitación.
Nada más entrar, te conviertes de nuevo en persona.
Cierras la ventana y te acuestas.
Respirar profundamente una vez.
Abre los ojos.
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