A veces te quedas pensando en como ciertas personas son populares. Viven rodeadas por otras. Y allá en lo profundo nace aquella puntita de envidia, que no se puede confesar. Tal vez quisieras saber el secreto para tener amigos, para estar bien con la vida, para despertar el corazón de alguien.
Pero te encuentras demasiado desarreglado, o demasiado feo, no te gusta eso o aquello en ti mismo. Ciertamente, te conoces un poco, pero no te apruebas.
Y si tú no te gustas, no existe ninguna razón para que gusten de ti. Si tú mismo no quieres ser tu amigo, ¿Por qué otros habrían de quererlo? Si tú no te amas, ¿Por qué otros te amarían?
Las personas reaccionan con nosotros de acuerdo con el reflejo que les damos. Si siempre sonríes, alegre, vas a tener personas a tu alrededor; si eres malhumorado, van a mirarte de reojo y evitar tu compañía. Y como una bolita de nieve descendiendo por la colina, la situación tiende a complicarse cada vez más.
El caso es que estás siempre queriendo agradar a los demás, no a ti mismo. Buscas la aprobación exterior, cuando tú mismo deberías aprobarte.
Entonces, aprende a amarte primero.
Enamórate de ti, sin exageraciones, pero con amor sincero.
Haz una lista de las cosas que más te gustan en ti y de las cosas que no te gustan.
Realza aquello que te gusta. Es importante. En lo demás, pregúntate sobre alguna forma de cambiar la situación, de manera que puedas crecer en autoconocimiento y autovaloración.
La opinión que tenemos de nosotros mismos es muy importante. Y, aunque se niegue, la opinión que los demás tienen de nosotros es importante también, aunque en menor grado.
Pero atención: una opinión exagerada de ti mismo, tanto en un sentido como en otro, es nociva. El equilibrio es fundamental.
Sin interferir con tu personalidad, puedes cambiar. Aprende a ser una persona bonita, sin buscar la aprobación exterior; eso vendrá por añadidura.
Cuando te arregles, haz algo por ti. Usa colores que te vayan bien, cambia el corte de cabello o el peinado, piensa en la vida como en una cajita de sorpresas, no como un abismo.
Pon una sonrisa en tu rostro, aún estando a solas. Acuérdate siempre de cosas graciosas o bonitas, eso te proporcionará un aire de felicidad. Y la felicidad interna lleva belleza al exterior, por los ojos, por las actitudes, por los gestos y hasta por el habla.
Cultiva la serenidad, aprende la paciencia y el arte de saber escuchar. Habla un poco menos y mira más a los ojos de los que hablan contigo pues eso da seguridad.
Cuando no sepas qué decir, da un abrazo. Eso también vale.
Procura hacer las cosas que te gustan. Date placer, regálate de vez en cuando.
Cuida de tu salud física, mental, espiritual. No cultives resentimientos pues son hierbas dañinas y vuelven feas a las personas.
Cultiva más la palabra perdonar.
Tener estrellas en el cielo es bueno y bonito, pero solo vemos las noches oscuras. Entonces, pon las estrellas dentro de tu corazón. Así, podrás llevarlas a todos lados y ofrecerlas cuando tu corazón lo pida. Créeme: A todos les gusta recibir estrellas de regalo.
Son las cosas pequeñas las que conducen nuestra vida. E influyen en nuestro ambiente. Sentirse bien consigo mismo es dar a los demás el regalo de un nuestro yo satisfecho. Todo el mundo se beneficia.
Antes de dormir, piensa siempre en algo bonito y deja las preocupaciones para el día siguiente. Dormir preocupado no resuelve los problemas, por eso es mejor dormir feliz.
¡ Ámate ! Por más difícil que sea, ¡ Ámate ! ¡ Cada día un poquito más ! Sube esa colina sin prisa pero no desistas del camino. Tú eres un ser importante. Para ti, para el mundo, para Dios.
Leticia Thompson
(version en español por Eduardo e Irany Lecea)