Comunicarse no es simplemente decir algo. Comunicación lo es todo… mucho más que palabras - es nuestra actitud, poder transmitir lo que sentimos, saber elegir el momento adecuado sin forzar las situaciones, no juzgar, saber escuchar e intuir el nivel de fragilidad del otro.
Cuantos veces hablamos con alguien sin preocuparnos por cómo está y como se siente la otra persona en este preciso momento, por su actitud, por si está fuerte o débil para recibir y comprender aquello lo que queremos comunicar.
Saber comunicarse sin herir al otro nos ayudará a construir relaciones mas abiertas, constructivas y de confianza. No todos somos iguales y no todos aguantamos lo mismo. El umbral de fragilidad es distinto en cada persona y no traspasarlo es crucial para mantener una comunicación beneficiosa, que ayude a crecer.
¿Y cómo podemos saberlo?
Hay gente más dura y gente más frágil. Personas que lo aguantan todo y personas que se rompen a la mínima.
Es difícil ver esto a simple vista, ya que las apariencias engañan. Solo relacionándose con personas podemos saber hasta donde aguantan. Hay personas de aspecto frágil que no lo son en absoluto y otras aparentemente muy fuertes que se desmoronan fácilmente.
También es cierto que cada uno de nosotros, en distintos momentos y por distintas circunstancias, variamos nuestro nivel de fragilidad. Si estamos dolidos, preocupados, si tenemos dentro sentimientos negativos, somos más vulnerables que habitualmente.
Para saber que ocurre y como se siente la otra persona hay que ponerse en su piel, el estado emocional en el que se encuentra se descubre escuchando y dejándola hablar, acercarse poco a poco captando la reacción.
Pistas para hablar sin herir.
Lo que decimos es solo una parte de lo que queremos comunicar.
Todo es comunicación desde que aparecemos hasta que marchamos. Por el mero hecho de estar presentes con una determinada actitud y postura ya estamos comunicando algo. Sabemos decir cosas que no pensamos, pero comunicamos solo lo que sentimos. Los gestos, mirada y actitud son siempre más sinceros que las palabras.
Ponerse al mismo nivel.
Con imperativos, consejos o diciendo las cosas de modo que nos coloquen “por encima del otro” no vamos a conseguir una comunicación abierta.
Acercarse poco a poco.
Buena comunicación es posible incluso con las personas con las que en un principio tenemos menos sintonía, simplemente mirando a otra persona con ojos nuevos, dejando de lado ideas preconcebidas y los sentimientos negativos. El resentimiento, el enfado o la ira nos vuelven demasiado miopes para ser capaces de valorar a nadie de manera justa. No podemos fijarnos solo en los rasgos de la personalidad del otro que nos distancia de el, hay que prestar la atención a aquello lo que nos acerca a otra persona.
Escuchar sin juzgar.
Cuando una persona quiere expresar algo debemos escuchar sin emitir juicios ni interrumpir, eso permitirá que la persona ordene sus ideas, se de cuenta de sus sentimientos, dudas y miedos y se sienta comprendida y acompañada.
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