Algunos las llaman problemas, dificultades, desgracias. Otros las llamamos desafíos. Para ciertas personas esas situaciones parecen ser más frecuentes o más impactantes que para otras. Se podría pensar que es una injusticia, pero en realidad se relaciona con lo que cada uno de nosotros tiene que aprender, y con la disposición de aceptar esas oportunidades de aprendizaje.
Todos tenemos la capacidad necesaria para realizar ese aprendizaje sin que hagan falta rituales ni maestros que nos guíen. Simplemente se necesita una actitud determinada, un enfoque meditativo respecto a la vida.
Para esto no es necesario recluirse en un lugar apartado, se trata de estar atentos a nuestros pensamientos y sentimientos, que son los que van a determinar nuestras acciones y sus consecuencias.
El gran desafío es lograr una actitud meditativa en lo cotidiano, aprovechando cada situación para conocernos un poco mas y para celebrara la vida en todo momento. La actitud de atención vigilante, pero no desde la crítica sino desde la observación, es lo que nos permite ver la vida como una gran aventura que nos sorprende continuamente, y como un juego en el que deseamos participar.
Cuando nos involucramos en este proyecto de despertar a la realidad interior vamos descubriendo quienes somos, con la guía de nuestra propia luz y sin más maestros que nosotros mismos.
Hay herramientas que nos ayudan a transitar este camino del autoconocimiento a través de símbolos y arquetipos que traen a la conciencia lo que ya sabemos a un nivel más profundo.
Los diferentes tipos de meditación, a veces incorporando estos símbolos, ayudan a la integración del ser al conectarlo con su verdad interior.
La sensación de plenitud, paz y unidad que se logra con estas técnicas es incomparable e intransferible, y crea un campo propicio para la salud, el amor y la abundancia.
¿No es eso, acaso, lo que todos buscamos?
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