La meta de nuestra alma es el aprendizaje y el destino final es regresar al hogar del padre.
En término figurado, el camino de la vida de todos los seres humanos se puede ver afectado por altibajos, derrumbes y trancones. Así, que nuestros días, no pueden ser catalogados como “buenos” por la mera ausencia de problemas ya que a todos nos ocurren dificultades. Algo que si nos diferencia a unos de otros es la manera como asumimos cada desafío. En lugar de luchar contra las circunstancias, el objetivo es aprender de ellas.
Una crisis siempre antecede un crecimiento interior. Lo bondadoso de los contextos dolorosos es que nos muestran si nos hemos estado aferrando a un tipo de pensamiento limitante o a una falsa imagen de nosotros mismos. Sea lo que sea, lo que esté sucediendo, no significa que seamos “malas” personas ni que la vida esté en nuestra contra. Einstein decía que en el corazón de la dificultad se encuentra la oportunidad. Lo que tenemos que hacer es descubrirla.
Aprender a superar una crisis, cualquiera sea su origen (amoroso, salud, económico, laboral, profesional, familiar, etc.), depende de nuestra actitud y de la forma como percibimos en general las cosas. Cada suceso que perdonamos, superamos y cerramos, nos vuelve más fuertes y debemos agradecer a las personas con quien tuvimos conflictos, esos “maestros”, que se nos cruzan por el camino y nos hacen recordar la grandeza de nuestro ser.
No se puede negar que algunas circunstancias pueden ser mucho más dramáticas que otras, pero también es cierto que nuestra resistencia las hace más complicadas y retadoras. Siempre existe una bendición detrás de cada evento doloroso; entenderla es la idea. Huir (sin sanar) o hacernos los locos, no funciona. Pretender olvidar sin comprender qué pasó y fingir que ya no duele, tampoco sirve; ni mucho menos “dejar así”; como se dice popularmente en mi país, Colombia. Si podemos ver la lección a asimilar y pasamos la hoja agradeciendo y modificando creencias para recomenzar, salimos adelante.
Los ángeles están aquí para alentarnos y enseñarnos si se los pedimos. Si deseas involucrarlos en el proceso de entender la lección en medio del dolor, amorosamente te sugiero este ejercicio: invoca a tus ángeles y piensa en esa situación que te concierne. Visualiza la escena con compasión, sin juzgar. Esta vez hazlo como un “extra”, no como el actor principal que eras. A través de la respiración pausada y profunda, tranquiliza tu mente y pregunta: “¿Qué me están queriendo decir?”, “¿Qué tengo que aprender acá?”. Sin ansiedad, permanece atento a las señales y a las respuestas que pueden llegar inmediatamente o un tiempo después. No te preocupes, siempre las recibimos. Y tú sabrás identificarlas porque resonarán con tu ser.
Envía energía positiva a la situación y a las personas involucradas deseando el bien para todos. Para cada problema ya existe una solución en el universo, así que no quieras manejarlo tú solo. Entrega el conflicto a Dios y a tus ángeles. Agradece y confía en que todo va a estar mejor. Liberar o entregar no significa resignarse ni pensar: “esto ya no me importa”. Más bien es aceptar, tener fe, comprender y aprender.
Las respuestas pueden presentarse de varias maneras. Así, que si has preguntado, permanece pendiente (sin expectativas) y atento a la contestación que puede estar en algo que escuches, leas, sueñes o pienses. ¡Los ángeles siempre responden!
Ten cuidado. No te mortifiques preguntándote: “¿por qué a mí?” o” ¿hasta cuándo?”. Ese no es el punto. Tampoco te enfrasques en los pequeños detalles. Las dificultades vienen en todos los tamaños. Es cierto que hay situaciones complejas que nos ponen de cabeza, pero hay otras, que analizadas a conciencia, no tienen tal importancia.
La actitud lo es todo. Mantente positivo y pon todo de tu parte para sentirte bien y mejorar tu estado de ánimo. Dios jamás nos abandona y no debemos tampoco nosotros hacerlo echándonos a la pena, convirtiéndonos en victimas. Todo tiene un sentido y nada sucede al azar. Nada es bueno ni malo, la etiqueta se la pone cada cual, con la forma como percibe y siente la situación. ¿Cuántas veces algo que aparentemente se mostraba como aterradoramente negativo, resultó ser para mejor?
La vida nos responde. Con nuestros pensamientos, sentimientos, palabras y acciones atraemos lo que nos sucede; pero sentirte culpable no ayuda.
Más bien, asume la responsabilidad y analiza qué estás haciendo para atraer ese tipo de situación. O si lo que está pasando es que estás cayendo recurrentemente en lo mismo; pide a tus ángeles que te ayuden a entender qué patrones de comportamiento lo está generando para trabajarlos y no repetirlos.
Además de tus ángeles de la guarda, en tiempos de crisis puedes invocar al siguiente grupo de arcángeles: A. Azrael, para purificar los residuos de dolor en tu corazón y en el de las otras personas involucradas; A. Zadquiel: para trabajar el perdón, la misericordia y la compasión; A. Haniel, para tener serenidad y reconocer la gracia dentro del problema; A. Rafael, para eliminar la ansiedad y llevar sanación a toda la situación; A. Raguel, para resolver asuntos legales, solucionar conflictos y armonizar relaciones; A. Miguel, para vencer el miedo, fortalecer la auto-estima y el compromiso con uno mismo.
Recuerda que los ángeles y otros seres de luz están contigo y que te envían energía alentadora. No te petrifiques en tu dolor; sacúdete y decídete a sanar reconociendo la bendición, aceptando, comprendiendo y liberando. A los ángeles les encanta ayudarnos; solo pídeselos y déjate asistir. Fluye con la situación, no te resistas a aprender. Entre más rápido hagas conciencia de ello, más pronto saldrás.
Martha Muñoz Losada.